Ucrania pone los ojos en la OTAN
9 de julio de 2002Una idea política sólo puede verse coronada por el éxito, si se la plantea en el momento adecuado. Esta convicción fue lo que llevó a Ucrania a manifestar su deseo de incorporarse a la Alianza Atlántica precisamente tras la formalización del nuevo Consejo Rusia-OTAN. La ocasión fue hábilmente escogida ya que, en vista del acercamiento de Moscú a la organización, no cabía esperar mayores protestas del Kremlin.
El paso es importante para Ucrania, que intenta salir de esa especie de limbo político y estratégico en que corre peligro de sumirse.
Pérdida de interés
En los primeros años que siguieron a la independencia ucraniana, Occidente temía por el destino de las armas nucleares allí emplazadas. Por esa razón, brindó especial atención al país. Sin embargo, desde el desmantelamiento de los misiles atómicos soviéticos, Ukrania ha ido quedando progresivamente marginada en el plano político. Y lo que desea Kiev es abandonar esa ingrata posición.
No obstante, Ucrania no puede contar con que la OTAN le abra sus puertas de inmediato. Cierto es que el país se mostró muy leal a la Alianza Atlántica durante la guerra de Kosovo, pero su potencial militar no es suficiente para que desempeñe un papel de mayor envergadura en la organización defensiva.
Problemas internos
Además, el régimen de Kiev no le ha facilitado las cosas, con un presidente autoritario al timón de un sistema político en el que unos cuantos clanes controlan el poder político y económico; un sistema en el que son pisoteados derechos fundamentales, como la libertad de expresión. Por otra parte, la economía sigue estando por los suelos, mientras la falta de claridad legal y la corrupción ahuyentan a los inversionistas occidentales. Todo esto configura un panorama complejo, que no permite ver a Ucrania como un socio político sólido.
Durante años, Occidente subordinó su política con respecto a Ucrania a las relaciones con el Kremlin. Siempre se tuvieron consideraciones con las susceptibilidades de Moscú, que sigue viendo a Kiev como parte de su esfera de influencia. También los líderes ucranianos lo saben y han estrechado sus vínculos con Rusia. Incluso sellaron con ella, en enero, un amplio acuerdo militar, que contempla la producción conjunta de armamento.
Neutralidad infructuosa
Los nuevos anuncios dan indicio de un cambio de enfoque. La política seguida hasta ahora por Ucrania, como país neutral, no promete mayores dividendos. Y, dado que Moscú estrecha sus lazos con la OTAN, para Kiev resulta tanto más importante conseguir acceso a ese círculo.
Falta aún comprobar si los deseos manifestados por Ucrania son más que meras declaraciones de intención. Occidente debería, en todo caso, prestar atención al asunto. Se trata nada menos que de la estabilidad política en Europa porque, cuando se lleve a cabo la ampliación de la Unión Europea hacia el Este, Ucrania será su vecina directa. Y un país disgregado étnica, política y socialmente, encierra un potencial explosivo que Europa no puede desear junto a sus fronteras.