La creación de este cuerpo fronterizo fue propuesta por la Comisión Europea en plena crisis migratoria, tras constatar deficiencias graves en el control de los límites exteriores de Grecia.
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La Unión Europea (UE) dio su aprobación final a la iniciativa de crear una Guardia Europea de Fronteras y Costas, que a partir del próximo octubre facilitará la gestión de los flujos migratorios en las fronteras exteriores de la Unión.
"Solo gestionando de manera efectiva nuestras fronteras exteriores podremos volver a la normalidad en el marco de Schengen", declaró en un comunicado el ministro de Interior de Eslovaquia, Robert Kalinak, refiriéndose a la Europa de la libre circulación de los ciudadanos. Su país preside la UE este semestre.
"La Guardia Europea de Fronteras y Costas nos ayudará a afrontar mejor, y juntos, los retos actuales", aseguró Kalinak y añadió: "El modo en que gestionamos nuestra frontera exterior influye directamente en todo el espacio Schengen, incluidas las fronteras interiores".
Sin agentes propios
El nuevo cuerpo europeo apoyará a la Comisión Europea en la coordinación de los flujos migratorios, al tiempo que proporcionará asistencia técnica y operativa en las operaciones de búsqueda y rescate en el mar Mediterráneo. No tendrá sus propios agentes, pero podrá recurrir a una reserva de 1.500 guardias procedentes de los Estados miembros.
En la propuesta original del Ejecutivo comunitario el despliegue de la guardia europea podía hacerse sin que lo pidiera el Estado miembro afectado, pero en el acuerdo alcanzado entre las instituciones esta posibilidad queda matizada y necesitará el visto bueno del Consejo de la UE.
La Guardia Europea de Fronteras y Costas iniciará sus actividades una vez que su Reglamento entre en vigor el 6 de octubre de 2016, veinte días después de su publicación en el "Diario Oficial" de la UE.
RML (efe, afp)
Inusual campo de refugiados en Grecia
En la península griega del Peloponeso existe un inusual albergue para refugiados. Myrto Papadopoulos fue hasta allí para conocerlo de primera mano.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Conexión con el exterior
Un adolescente navega al atardecer por Internet. Los celulares inteligentes suponen en la mayoría de los casos la única conexión de los refugiados con el mundo exterior.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Equipamiento básico
Estos bungalows alojan a ocho personas en dos dormitorios. En cada casa hay un cuarto de aseo y una cocina pequeña equipada con una cocinilla de camping y un fregadero, pero no hay agua caliente ni frigorífico.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Descansando
Ranee Mousa, de 27 años, posa con su bebé de 8 meses, nacido en Siria poco antes de que Renee y su esposo huyeran hacia Grecia.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Momento de paz y tranquilidad
Mujeres del campo llevan de paseo a un grupo de niños por las afueras del pueblo de refugiados. Antes de que comience la temporada turística en junio, los alrededores de Myrsini son relativamente tranquilos y poco frecuentados.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Reflexionar sobre el futuro
Un grupo de hombres charla durante la puesta de sol en la playa a las afueras del campo de refugiados. En el campo viven menos de 60 hombres acompañados por sus mujeres e hijos.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Un hogar lejos de casa
Mujeres y niños sentados bajo la luz del atardecer frente a los bungalows turísticos. En total, hay 340 habitantes en el pueblo, 209 de ellos tienen menos de 18 años y 69 son mujeres.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Vida de familia
Una mujer siria posa frente a su alojamiento con su bebé de 6 meses en brazos. Algunas mujeres del campo que ya tienen niños pequeños están de nuevo embarazadas.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Una bendición para la economía local
Tarek Alfelou acude junto a sus hijos Wedad, de 11 años, y Ziad, de 7, al pequeño supermercado de Myrsini, situado a una media hora a pie del campo. La ciudad ha experimentado un pequeño auge económico gracias a las compras de los refugiados.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Un rostro conocido
El alcalde de la ciudad de Andravida, Nabil-losif Morant, procede de Siria. Asegura no ser el único alcalde de origen no griego en Grecia y que la idea del campo fue suya. El consejo municipal la aprobó de forma prácticamente unánime.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Cultivo de fresa
Un trabajador de Bangladés en su granja de fresas, situada cerca del campo de refugiados. Muchos trabajadores de las granjas de la región son migrantes del sur de Asia sin papeles válidos. Durante la temporada de recogida de la fresa, reciben entre 22 y 25 euros por ocho horas de trabajo.
Imagen: DW/M. Papadopoulos
Ayuda local
Giorgos Aggelopoulos es un habitante de Myrsini que colabora como voluntario en el campo de refugiados y ha trabado amistad con algunas de las familias. Asegura que la oposición de la gente contra el pueblo de refugiados ha amainado considerablemente después de que los habitantes vieron que se trataba, sobre todo, de familias con niños.