El 15 de agosto de 2021, los talibanes derrocaron al gobierno de Ashraf Ghani y tomaron el poder en Afganistán. Un año después, el país enfrenta numerosos desafíos que demandan la inmediata atención global.
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Los talibanes tomaron al mundo por sorpresa cuando capturaron Kabul el 15 de agosto de 2021, prácticamente sin encontrar resistencia del Ejército de Afganistán. Los fundamentalistas consiguieron así volver al poder luego de que Estados Unidos los sacara en 2001, tras una invasión militar.
Los expertos dicen que la caída del gobierno afgano del presidente Ashraf Ghani era inevitable tras la retirada de las fuerzas de la OTAN. Pero pocos esperaban que el país cayera tan rápido. Más allá del impacto geopolítico que supone el retorno al poder de los talibanes, la vida de los afganos comunes ha cambiado drásticamente desde el año pasado, y casi siempre para peor.
Avances perdidos
Pese a las críticas recibidas por los gobiernos afganos respaldados por Estados Unidos desde 2001, es incuestionable que el país tuvo progresos notorios. Bajo los mandatos de Hamid Karzai y Ashraf Ghani florecieron medios independientes, el respeto a los derechos humanos mejoró sustancialmente, un número creciente de mujeres empezó a ir a la escuela y a las universidades y la clase media afgana vivió una relativa prosperidad. Todo eso se ha ido perdiendo.
Los talibanes no han cumplido la mayoría de las promesas que hicieron en 2020 en el Acuerdo de Doha. Se han mostrado reacios a formar un gobierno inclusivo, mientras que las niñas de séptimo grado y más ya no pueden ir a la escuela, al tiempo que las mujeres están impedidas de trabajar o incluso visitar parques sin la compañía de un hombre. Por si fuera poco, la economía está en caída libre.
Millones de afganos están desempleados y sus cuentas bancarias, congeladas. Muchas personas están vendiendo sus posesiones para poder comprar comida, mientras las comunidades urbanas se enfrentan por primera vez a una inseguridad alimentaria similar a la que padecen hace años en el campo.
En enero, la ONU hizo "el mayor pedido de ayuda humanitaria" para un solo país, diciendo que se necesitaban casi 4.000 millones de euros para evitar un empeoramiento de "la crisis humanitaria de mayor crecimiento en el mundo". Pero la comunidad internacional ha sido reacia a entregar fondos a los talibanes, pues se teme que el dinero se use para comprar armas.
Mujeres, casi sin derechos
Según la ONU, Afganistán es el único país del mundo donde las niñas no pueden ir a la escuela secundaria. Miles de mujeres que trabajaban en distintos puestos durante las administraciones democráticas -desde ministras hasta empleadas de oficina- fueron enviadas a sus casas por los talibanes.
Grupos de mujeres protestaron en las calles por este cambio, pero los talibanes usaron la fuerza para reprimirlas y muchas activistas fueron arrestadas. Varias salieron del país, pero al menos cinco siguen activas y están alzando la voz en las redes sociales contra la represión, los arrestos arbitrarios y las desapariciones forzadas, por no mencionar la tortura física y psicológica.
Zholia Parsi, una abogada defensora de los derechos de las mujeres, dijo a DW que había decidido seguir protestando para salvaguardar el futuro de sus hijas. "Una de mis hijas debería estar en la universidad, mientras que la otra debería ir al 11 grado. Cuando las miro y veo su situación psicológica, no tengo más opción que protestar. Hasta que tengamos derechos, no me quedaré callada", aseguró.
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Libertad de prensa bajo amenaza
Los medios independientes son vistos como enemigos por los talibanes. Entre 2001 y 2020, la prensa libre vivió enormes progresos, pero ahora miles de periodistas afganos están o exiliados o sin empleo. Según Reporteros Sin Fronteras, el 43 por ciento de los medios afganos han sido cerrados en los últimos tres meses. "De las 10.780 personas que trabajaban en medios afganos (8.290 hombres y 2.490 mujeres) a comienzos de agosto de 2021, solo 4.360 lo seguían haciendo en diciembre (3.950 hombres y 410 mujeres)", informó la ONG.
Mohammad Zia Bumia, jefe para Afganistán de la Asociación de Medios Libres del Sur de Asia, dijo a DW que tras el colapso del gobierno de Ghani, muchos medios cerraron sus operaciones, lo que dejó sin trabajo a cientos de reporteros. La represión de los talibanes y la deteriorada situación económica del país han ayudado a empeorar las cosas.
Peligros por delante
Pese a la gravedad de la situación, la crisis afgana recibe escasa atención de la comunidad internacional, con la guerra en Ucrania y las tensiones en Taiwán copando la atención de los medios. Algunos expertos estiman que la actual situación es inquietantemente similar al escenario de fines de los noventa. Entonces, lejos del centro de atención global, el país se convirtió en un oasis para grupos radicales.
"Los talibanes tienen vínculos con terroristas internacionales. Su regreso al poder ha envalentonado a las organizaciones yihadistas de la región. A medida que se consolidan, sus vínculos tácticos y estratégicos con los financistas y patrocinadores del terrorismo crecerán y eventualmente pondrán en peligro la paz y la seguridad de la región y más allá de ella", dijo a DW Farid Amiri, exfuncionario del gobierno afgano. (dzc/lgc)
Las numerosas prohibiciones que los talibanes imponen a las mujeres
Durante el primer gobierno talibán, mostrar los tobillos, reírse o salir solas de casa eran motivo suficiente para que las mujeres fueran castigadas. Los matrimonios forzados son un peligro latente para las niñas.
Imagen: Paula Bronstein/Getty Images
Combatientes talibanes en Afganistán
RAWA (Revolutionary Association of the Women of Afghanistan) es una organización fundada en 1977 para promover los derechos de las mujeres en Afganistán. Su papel cobra especial importancia ahora que los talibanes volvieron al poder. Estos reducen el rol de las mujeres hasta casi convertirlas en meros objetos. RAWA recopiló algunas de las prohibiciones impuestas por los radicales.
Imagen: Mohammad Asif Khan/dpa/AP/picture alliance
Borradas de la esfera pública
Esta fotografía se ha convertido en un símbolo del cambio de gobierno. Para los talibanes, las mujeres no juegan ningún rol en la esfera pública. Si bien hoy se presentan como moderados ante los ojos del mundo, la represión contra estudiantes y trabajadoras ha comenzado en algunas provincias. Una de las prohibiciones impuestas es que no puede haber imágenes de mujeres ni en revistas ni en tiendas.
Imagen: Kyodo/dpa/picture alliance
Las mujeres no se educan
En mayo de 2012, los talibanes tirotearon a Malala Yousafzai en Pakistán por pelear por el derecho de las niñas a recibir educación. A estos integristas les parece innecesario que las mujeres se eduquen, y a partir de los 10 años tienen prohibido ir a la escuela. No hablemos ya de la universidad. Durante el primer gobierno talibán (1996-2001), muchas escuelas se convirtieron en seminarios.
Imagen: Paula Bronstein/Getty Images
¿Modelos? Ni soñarlo
Los pantalones acampanados o los zapatos con taco alto están vedados, porque un varón no debe oír los pasos de una mujer. Las mujeres tampoco pueden usar vestimentas coloridas, porque para los talibanes los tonos vistosos son "sexualmente atractivos". Es decir, una escena como la de la foto, de un desfile de modas en Kabul en agosto de 2017, sería imposible hoy por hoy en Afganistán.
Imagen: picture-alliance/Photoshot
Nada de uñas pintadas ni maquillaje
Según RAWA, durante el primer gobierno talibán hubo reportes de mujeres a las que les fueron amputados los dedos por haberse pintado las uñas. Ellas tampoco pueden maquillarse o usar cosméticos, y si no se atienen a las estrictas normas de vestir de los talibanes, corren el riesgo de ser azotadas en público, como ocurrió ya en el pasado y como muchas temen que vuelva a ocurrir.
Imagen: Getty Images/AFP/R. Conway
Nada de TV y nada de tobillos
Todas las prohibiciones descritas fueron impuestas por los talibanes entre 1996 y 2001, y nada hace pensar que eso no volverá a suceder. Según el criterio de los radicales, las mujeres no tienen derecho a tener presencia en radio, TV ni en reuniones públicas. De hecho, no pueden siquiera escuchar música. En la foto, la presentadora Karishma Naz, que comete otro pecado: muestra los tobillos.
Imagen: picture-alliance/AP/R. Maqbool
Adiós a las bicicletas
En el primer régimen talibán, las mujeres tenían prohibido montar en bicicleta o en motocicleta. Si querían viajar en bus, debía ser en buses solo para ellas, pues no tenían permitido mezclarse con varones en el transporte público. Y si por alguna razón necesitaban un taxi, debían tomarlo en compañía de su mahram, una suerte de cuidador que debe ser un familiar cercano (padre, hermano o esposo).
Imagen: DW/A. Akramy
A los talibanes no les gustan las deportistas
Por cierto, las mujeres tampoco tienen derecho a participar en actividades deportivas o pertenecer a un club. Incluso hubo épocas durante el régimen talibán en que las castigaban por asomarse a la ventana o salir al balcón. Actividades como el montañismo practicado por Fatima Sultani (en la foto) probablemente dejarán de ser posibles ahora en Afganistán.
Imagen: Mohammad Ismail/Reuters
¿Podrán seguir trabajando fuera de casa?
Salvo algunas doctoras para atender a mujeres (pues ellas no pueden ser tratadas por médicos varones), los talibanes prefieren no ver a nadie del sexo femenino trabajando. Y si bien el 17 de agosto de 2021 llamaron a las funcionarias a presentarse en sus puestos, está por verse cuántos derechos les van a reconocer en ese campo. En la foto, la periodista Anisa Shaheed.
Imagen: Mortaza Behboudi/DW
Reducidas a la invisibilidad
La lista de prohibiciones es larga y los castigos son palizas públicas. Las mujeres deben usar un velo que las cubra completamente, no pueden salir solas ni estrechar la mano a un varón. Las lapidaciones por adulterio eran pan de cada día. Las mujeres incluso tenían vedado reír fuerte o ser fotografiadas. Además, muchas veces eran forzadas a casarse, incluso siendo niñas.
Imagen: Mary Evans Arichive/imago images
Mujeres de armas tomar
A la luz de la vida miserable a la que se vieron sometidas por los talibanes, muchas mujeres tomaron las armas para enfrentarlos. En la provincia de Ghor se montó una milicia femenina para frenar a los integristas, mientras que en Charkint, la gobernadora (una de las tres de Afganistán) Salima Mazari formó milicias que contuvieron a los talibanes hasta después de la caída de Kabul.
Imagen: Presseabteilung des Gouverneurs der Provinz Ghor