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Cine

“Un crimen común“, asesinatos de jóvenes pobres en Argentina

Eva Usi
1 de marzo de 2020

El cineasta Francisco Márquez estrenó su segundo largometraje en la sección Panorama. El film apela a la responsabilidad de la sociedad frente a la violencia que viven los más pobres en Argentina, sobre todo los jóvenes.

El cineasta Francisco Márquez, que estrenó su película "Un crimen común" en la sección Panorama de Berlinale.
El cineasta Francisco Márquez, que estrenó su película "Un crimen común" en la sección Panorama de Berlinale. Imagen: DW/Eva Usi

La cámara sigue a Cecilia (Elisa Carricajo), una académica y madre soltera que vive dedicada a dar cátedra y a atender a su hijo, en algún lugar de Buenos Aires. La narración adquiere un ritmo de thriller cuando una noche de tormenta Cecilia despierta asustada por los golpes que escucha en la puerta. Alcanza a ver que es Kevin (Eliot Otazo), hijo de  la mujer que le ayuda en la casa, Nebe (Mecha Martínez). Cecilia, aterrorizada, no le abre, se esconde en la oscuridad, mientras escucha afuera las sirenas de patrullas, voces lejanas que se confunden con el ruido de relámpagos y lluvia.

Al día siguiente, se entera por las noticias que el vecindario popular en donde viven Nebe y Kevin se ha movilizado para buscar al joven. Los vecinos acusan a la gendarmería de ser responsable de su desaparición, hasta que por fin aparece ahogado en un río. La culpa que siente Cecilia y su incapacidad para confesar que el joven estuvo esa noche tocando la puerta de su casa se convierte en una carga. Kevin se transforma en un fantasma que la acosa y va penetrando en todos los ámbitos de su vida.

Elisa Carricajo en el papel de Cecilia. Imagen: Pensar con las manos

¿Qué le inspiró a filmar esta película?

Francisco Márquez: Son procesos largos. Sin duda hay un elemento de la realidad muy fuerte que a mí en particular y a mucha otra gente nos conmueve y nos sensibiliza con lo que ocurre en Argentina con los jóvenes de los sectores populares. Chicos como Kevin que mueren a manos de las fuerzas policiales hay muchísimos. Hay casos emblemáticos como el de Luciano Arruga. La policía lo hostigaba, quería que robara para ellos, y como se negaba lo torturaron y finalmente lo soltaron en una autopista desnudo para simular que había sido atropellado. El caso de Ezequiel Demonty al que acusaban de robar una bicicleta. La policía lo hizo tirar al riachuelo, el más contaminado de la ciudad, él no sabía nadar y murió ahogado. Son los casos quizás más emblemáticos, pero hay una muerte a manos de las fuerzas represivas del Estado cada 18 horas, y la mayoría son jóvenes, y todos son pobres evidentemente.

¿Se agudizó la situación durante el gobierno de Macri?

Su gobierno hizo una doctrina de seguridad a partir de un caso específico en el que un hombre que le había robado a un turista salió corriendo y un policía le pegó un tiro por la espalda. En vez de ser juzgado por asesinato, el policía fue recibido por el gobierno y se creó una doctrina de seguridad en donde se dio via libre para que la policía hiciera estas cosas. Eso tuvo como consecuencia una serie de asesinatos a manos de las fuerzas policiales. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Facundo Ferreira, un menor que iba en su moto rápido y fue tiroteado por la espalda.

Sí, claramente durante el gobierno de Macri esta discriminación se convirtió en discurso oficial. Eso no quiere decir que con el gobierno de Cristina no pasara, a pesar de los cambios sociales que se produjeron, ni que con el que ha llegado al gobierno no vaya a suceder. 

Fotograma de "Un crimen común". Cecilia alcanza a ver que es Kevin quien toca con fuerza a su puerta, pero le da miedo abrir. Imagen: Pensar con las manos

¿Por qué no tematizó usted el papel de las fuerzas de seguridad en su película?

Nosotros queríamos centrarnos más en el papel de la sociedad. Hay una cita de un sociólogo argentino que se llama Eduardo Grüner sobre un texto de Freud que dice que la sociedad es la consecuencia de un crimen cometido en común. A mi me interesaba mucho esa frase; no tanto por la idea de que todos somos culpables, porque eso desliga la responsabilidad del poder sobre el mundo cruel en el cual vivimos, pero sí con el hecho de que es un crimen social en un universo en el que nosotros estamos conviviendo.

Las clases pudientes se quedan en la comodidad...

La película podría haber abordado también desde la perspectiva de un persona pudiente, que no es el caso de la protagonista. Podría abordarse desde ahí, pero eso habría sido poner al espectador en el lugar de comodidad. Poner el mal y el bien de una manera muy evidente. Nosotros elegimos trabajar con un personaje en el cual yo me puedo ver interpelado. Para mí la película es incómoda porque en un punto yo me siento como ese personaje que no abre la puerta. Porque somos parte de esa sociedad y ese miedo nos atraviesa.

El espectador no sabe en dónde fue filmada la película...

Fue filmada en Buenos Aires y en las afueras, en los suburbios. Pero no da coordenadas de dónde transcurre y es adrede. En Argentina, en determinadas zonas de la periferia, o en ciudades de provincia ocurre que los sectores populares y la clase media están separados por una calle, están muy juntos. En Buenos Aires, los pobres y los ricos están más separados. La protagonista tiene que cruzar un puente para llegar al barrio de Kevin.

Fotograma de "Un crimen común". Cecilia (Elisa Carricajo) dice por fin a Nebe (Mecha Martínez), que Kevin tocó en la puerta de su casa la noche en la que desapareció.Imagen: Pensar con las manos

La película alude a la discriminación con una escena inicial: la violencia con la que Kevin es expulsado de un parque de diversiones ¿Por qué no lo dejan entrar?

Es la violencia que enfrenta la población de barrios populares cuando sale de su guetto. Antes de llegar a Berlín, hicimos una proyección para probar la copia que se iba a enviar al festival. Queríamos aprovechar esa función para que la pudieran ver los actores que venían acá. Y que la pudiera ver Eliot (que interpreta el papel de Kevin), porque él no podía venir a Berlín. Como no tenía dinero para moverse, le pedimos un taxi. Pero fue muy difícil que alguien lo quisiera subir a un auto, por el temor a que les robara.  

Al salir del aeropuerto nos hicieron todas las revisiones correspondientes a un aeropuerto, pero Mecha Martínez, (que en la vida real es luchadora barrial y piquetera), tuvo que pasar por tres escáners, la revisaron y la interrogaron, fue expuesta a una situación violenta por su apariencia, que tiene que ver con la clase social a la que pertenece.

(rr)

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