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Un día en una unidad de cuidados intensivos

Andrea Grunau
22 de marzo de 2021

DW acompaña a una enfermera alemana a lo largo de una jornada de trabajo en una estación de cuidados intensivos. La pandemia de coronavirus ha tensado todavía más la situación de estas unidades.

Imagen: Andrea Grunau/DW

05:45: El despertador sonó sobre las cuatro. Ella dice que desde que empezó la pandemia ya no duerme tan bien. Ahora Andrea Krautkrämer, 54, está entrando en el Hospital Marienhof de Coblenza, en el oeste de Alemania. Se dirige al segundo piso. Concretamente, a la unidad de cuidados intensivos.

Desde hace más de 30 años trabaja en cuidados intensivos, ahora a tiempo parcial. Por el lastre físico y psicológico de su labor dejó de trabajar a tiempo completo. No obstante, subraya: "Me encanta mi trabajo”. En los vestuarios se pone el uniforme azul que llevan los trabajadores de esta unidad en Alemania.

06:00 El mostrador en el centro de la unidad está todavía medio a oscuras. Desde el pasillo se ve a los pacientes a través de los cristales. Once de las doce camas de cuidados intensivos para casos graves están ocupadas. Tres son enfermos de COVID-19.

07:00: Andrea Krautkrämer lleva a los estudiantes de enfermería junto a Hans Fink (nombre ficticio), en la cama número seis. Le han amputado la pierna. "¿Cómo está hoy? ¿Tiene dolores? – "No”. La enfermera controla las heridas y los monitores de supervisión, reduce un medicamento, interroga al paciente. Explica a los estudiantes lo que tienen que tener en cuenta a la hora de hacerse cargo del cuidado de estos pacientes. Antes de entrar en las habitaciones de aislamiento, pide a una compañera que se encargue de los estudiantes y de los pacientes.

07:30 En la esclusa que lleva a la habitación 11, donde está Martin Faber (nombre ficticio), la enfermera se pone un gorro, la bata protectora, un par de guantes y sobre su mascarilla FFP2 se coloca una pantalla. A lo largo del día irá a verlo cuatro veces, en cada una de ellas repetirá este cuidadoso procedimiento.

Imagen: Andrea Grunau/DW

El señor Faber tiene algo más de 50 años y padece leucemia, dice Andrea. Lleva aquí tres días. Su madre muró en enero víctima de COVID-19 solo una cama más allá. Al cerrarse la puerta se impone el silencio y parece aumentar el volumen del respirador artificial.

"Buenos días, señor Faber, ¿cómo ha pasado la noche?”. Andrea saluda a su paciente con una sonrisa. "Bien”, contesta él detrás de la mascarilla respiratoria. "Qué bien que haya aguantado usted tanto tiempo boca abajo”. Lleva desde el día anterior en esta postura, que favorece el aireamiento de sus pulmones.

08:15: Para que Martin Faber pueda desayunar, Andrea tiene que quitarle la máscara respiratoria. Él suspira aliviado: "Qué bien sienta esto”. La enfermera le coloca entonces un tubo por la nariz para que otra máquina le proporcione oxígeno por esa vía. Su paciente desayuna y habla por teléfono; ella, mientras tanto, ordena la habitación.

09:20: Andrea Krautkrämer encience una lámpara en el mostrador. Habla muy bajito: "Por desgracia, tenemos un paciente a punto de fallecer”. Se ha parado la terapia y dos familiares están con él, algo que solo se permite en el momento del fallecimiento. La luz tenue de la lámpara es una señal "para que haya un poco más de silencio”, aclara la jefa de turno. "No se puede trabajar en cuidados intensivos sin aceptar que la muerte forma parte de la vida”.

Alemania: heroínas de la pandemia

02:29

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10:00: Médicos y enfermeros se congregan en torno al paciente de COVID de la cama 1. Su estado es grave. Una enfermera lleva tres horas seguidas con él en la sala de aislamiento. Una sonda gástrica atraviesa su pared abdominal. Por medio de una traqueotomía le han puesto una cánula para permitir la respiración artificial.

10:15: Andrea Krautkrämer le trae a Martin Faber nuevos medicamentos y le practica una gasometría arterial. Le ha subido el azúcar en la sangre, así que le inyecta insulina. Habla brevemente con el médico porque los índices respiratorios han empeorado. Luego vuelve a ocuparse de Hans Fink. Le cambia un vendaje manchado de sangre y se ocupa con una estudiante de las llagas. Unas compañeras traen a un nuevo paciente a la habitación doble. Tras la operación, necesita respiración artificial.

11:30 Se abre la puerta de la habitación del paciente fallecido y los familiares abandonan la UCI con sus pertenencias. Andrea Krautkrämer reúne al equipo de la mañana, una compañera hace sonar una campana. Significa que el equipo tiene que reunirse en el mostrador. Pasa un rato hasta que llegan todos. Se actualizan sobre el estado de los pacientes, sobre quién necesita ayuda, sobre quién está por venir.

Imagen: Andrea Grunau/DW

12:20: Es el momento de volver a administrar medicamentos y repartir el almuerzo. Andrea Krautkrämer libera al señor Faber de su máscara. La respiración artificial le ha dejado muy sediento. Él se lanza sobre la comida: hoy hay muslos de pollo. Ella desinfecta todas las superficies que ha tocado.

Él quiere enseñarle fotos de sus gatos y ella las ve con paciencia: "Son unos gatitos preciosos”. Ella le habla también de sus mascotas.

13:15: El turno de tarde ha llegado. Se ponen al día todos juntos y Andrea Krautkrämer pasa el relevo de sus pacientes a sus sucesores. Hablan un buen rato delante de la habitación de Martin Faber. Hablan sobre todos los exámenes, pero también de cómo lo está sobrellevando anímicamente.

A los pocos días, el señor Faber empeora. A su mujer le da tiempo de despedirse. La madre del fallecido iba a ser enterrada cuando él saliese del hospital. Ahora tienen que organizar la despedida de dos miembro de la familia.

(eal/ers)

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