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El triunfo de la perseverancia

Mirjam Gehrke, desde Los Cabos (Cristina Papaleo)20 de junio de 2012

La canciller alemana y la UE siguieron fieles a su curso en Los Cabos. Pero el rescate del euro y, con él, la estabilización de la economía mundial, se deciden en otra parte.

Imagen: picture-alliance/dpa


Angela Merkel puede estar satisfecha de su participación en la cumbre del G20. Sólida como una roca en las tempestad, la canciller alemana soportó la lluvia de críticas, tanto de parte de los EE. UU. como de los países emergentes. Aparentemente inconmovible, siguió fiel a su línea y no se dejó presionar respecto de mayores concesiones a Grecia. Por el contrario, también desde Los Cabos se envió una señal categórica a Grecia exigiéndole cumplir con sus compromisos lo antes posible. Con eso no se avanzó en concreto hacia una solución de la eurocrisis, pero, al menos, Europa se mostró unificada, para lo cual el resultado de las elecciones griegas fue, sin duda, un factor decisivo.

¿Solo sobreentendidos o verdadero éxito?

Los resultados de la cumbre de la economía mundial en Los Cabos son claros: los países de la eurozona se comprometen a realizar esfuerzos aún mayores para que el euro se restablezca y así poder recuperar la confianza de los mercados. Como contrapartida, el G20 reconoce que Europa ya dio los primeros pasos en el manejo de la crisis. El crítico más ácido de la estrategia de Merkel en el contexto extraeuropeo, Barack Obama, incluso dice haber percibido una nueva actitud mental en los europeos y demuestra comprensión por el camino europeo para manejar la crisis. Las disputas son cosa del pasado. A partir de ahora, todos tirarán del mismo carro para fortalecer el crecimiento y suavizar las tensiones en los mercados financieros. Ese es el mensaje de Los Cabos.

Obama, Merkel y Jin Tao en Los Cabos.Imagen: Reuters

Respaldo al euro en el G20

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Y tampoco se debería esperar algo diferente del G20. El grupo de los 20 países industrializados más importantes del mundo representan algo más del 80 por ciento del Producto Interno Bruto mundial, el 75 por ciento del comercio y cerca de dos tercios de la población del planeta. Si se lo mide de acuerdo a eso, el G20 es más bien un tigre al que le faltan los dientes. El grupo se reúne con regularidad desde la quiebra de Lehman Brothers, cuando la economía mundial estuvo al borde del abismo. Al cierre de las negociaciones siempre hay promesas y declaraciones de propositos, pero nunca resoluciones vinculantes.

Los Cabos no es una excepción a esa regla. Por segunda vez consecutiva -luego de Cannes, en noviembre pasado- se llevó a cabo una cumbre del G20 bajo el signo de la eurocrisis. Pero la solución habrá que buscarla en otra parte. La cumbre de la Unión Europea, a fines de junio, deberá demostrar que es digna del voto anticipado de confianza del G20 y no debe echarse atrás respecto de los esfuerzos anunciados en Los Cabos.

Un juego de roles inteligente

Una Merkel fría y estoica, un Barroso que se deja llevar por la efervescencia de sus emociones y no admite ningún tipo de consejos de terceros, y un van Rompuy algo pálido, como elemento de equilibrio entre los dos extremos, conforman una distribución de roles dentro de la UE que funcionó bien en Los Cabos. Máxime porque estos tres protagonistas evitaron que el presidente español, Mariano Rajoy, fuera el centro de la atención. España presentará su solicitud oficial de ayuda para recapitalizar su alicaída banca a fines de junio, en Bruselas. Pero aún está por verse si los 100.000 millones serán suficientes. Lo único seguro es que el rescate de España será la próxima, y probablemente decisiva, prueba de fuego para estabilizar la eurozona y, con ella, de la economía mundial. Si eso da resultado, en la próxima cumbre del G20 en 2013, en Rusia, tal vez se logre poner en primer plano los temas que tenía México en la agenda, y que fueron mencionados solo al margen en Los Cabos, como, por ejemplo, la economía verde y la seguridad alimentaria, ya que la lucha contra el hambre no se gana únicamente en las bolsas de valores del globo.

Más declaraciones de voluntades que resoluciones vinculantes. ¿Y la lucha contra el hambre?Imagen: Reuters

Autora: Mirjam Gehrke, desde Los Cabos/ Cristina Papaleo
Editor: Emilia Rojas-Sasse

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