Costa Rica pierde desde los 11 pasos
6 de julio de 2014 Holanda ganó en la definición por penaltis, y enfrentará a Argentina por acceder a la final del Mundial de Brasil, pero los que esperaron a una Costa Rica con la sangre caliente de los equipos latinoamericanos, esa que por ejemplo exhibieron Colombia y Brasil en su partido 24 horas antes, se llevaron una sorpresa. Los centroamericanos movilizaron sus fuerzas a partir de la sangre fría; del orden y la disciplina.
El equipo dirigido por el entrenador colombiano Jorge Luis Pinto se plantó a ofrecerle resistencia a Holanda, a no regalarle ningún centímetro del campo, y a asustarlo las pocas veces que tuvo la oportunidad de desdoblarse al ataque.
En la Arena Fonte Nova de Salvador, Costa Rica se paró a defender con dos líneas muy pobladas: la última con cinco hombres, la de vanguardia con cuatro. Holanda tuvo problemas para encontrar espacios, y por largos pasajes del partido, cuando los europeos conservaron la posesión buscando cómo romper el cerco centroamericano, daba gusto ver el movimiento ondulante de los nueve hombres defendiendo por delante del arquero Keylor Navas, quien para apretar aún más el sólido cerrojo, atajó magistralmente los balones que alcanzaron su puerta en las esporádicas ocasiones en las que sus compañeros no lograron frenar la embestida “Naranja”.
Pero tampoco es que Costa Rica se hubiera abandonado a refugiarse en el fondo de su terreno, y solo tuviera dentro de su repertorio la disciplina táctica. Por el contrario, cuando recuperó el balón y encontró por dónde, marchó con gran propiedad hasta el segundo tercio de la cancha. Ese límite, sin embargo, lo rebasó pocas veces.
Disciplina ante todo
El temor a ser tomado a contragolpe, y la precaución de no perder el balón estando mal parado, condicionó los ataques centroamericanos, que llevaron más peligro al arco holandés cuando Christian Bolaños levantó cobros de tiro libre con la esperanza que fueran pescados y aprovechados en el área rival por algunos de sus colegas.
Holanda, en la agonía del tiempo regular, acudió a todos sus recursos para definir el partido sin tener que irse al alargue, donde su historia está llena de malos momentos, entre ellos el más reciente la final del Mundial de Sudáfrica 2010, que perdió ante España en el minuto 116 con gol de Andrés Iniesta.
Wesley Sneijder estrelló un tiro libre en el poste derecho (minuto 83), Robin van Persie no encontró el balón pese a estar solo frente al arco (minuto 88) y luego un disparo suyo golpeó el muslo de Yeltsin Tejeda, quien desvió el balón que sacudió el travesaño sin atravesar la línea de gol (minuto 90 + 3). A Costa Rica le ayudó la suerte, la trampa del fuera de lugar (que le puso con éxito a los holandeses en 9 oportunidades en los 90 minutos regulares), y el orden para seguir especulando 30 minutos con la posibilidad de pasar a la semifinal del Mundial.
120 minutos no bastaron
El alargue no cambió el dibujo del partido. Treinta minutos adicionales no hicieron del duelo uno distinto al que fue en los 90 reglamentarios. Holanda se hizo al balón, tuvo una posesión sin utilidad del 65 por ciento, casi 20 disparos directos al arco centroamericano, más de 60 ataques peligrosos, y ningún gol.
Por el contrario, los “Ticos” descubrieron en los últimos minutos del partido que podían asustar. Marco Ureña “bailó” en el minuto 116 a toda la defensa holandesa pero el portero Jasper Cillessen mantuvo el 0-0 para Holanda; lo que también consiguió un minuto más tarde el travesaño del arco costarricense a disparo de Sneijder.
El drama de 120 minutos, que no fue poco, tendría que ser decidido desde el punto penal. Llegar hasta allí ya era un gran premio a la disciplina de Costa Rica, pero el equipo quería más. Un último cambio del experimentado entrenador Louis van Gaal les cerró la puerta a la semifinal de Brasil 2014.
La sustitución de Cillessen con el portero suplente Tim Krul, en el minuto 120, definió el partido a favor de los holandeses. Krul entró para detener los penaltis de los costarricenses y lo consiguió en dos ocasiones, en los cobros de Byron Ruiz y Michael Umaña. Los centroamericanos se quedaron sin ingresar al cuadro de los mejores cuatro equipos del Mundial, pero se ganaron el respeto y el cariño de todos los aficionados.