Una estalagmita descifra antiguos secretos
19 de enero de 2016 En el primer milenio de nuestra era, la península de Yucatán fue el hogar de la floreciente cultura maya. Pero alrededor del año 900 comenzó la decadencia de esta civilización, dejando atrás una arquitectura fascinante y muchas preguntas sin resolver.
Aunque todavía se desconocen los detalles que llevaron al colapso de ciudades como Tikal y Copán, los hallazgos científicos recientes sugieren que el cambio climático pudo haber jugado un papel crucial. Un equipo de científicos llegó a esta conclusión combinando informaciones provenientes de utensilios mayas con datos obtenidos de antiguas estalagmitas.
Todo comenzó en 2006, cuando Douglas Kennett, arqueólogo de la Universidad de Penn State en los EE. UU., dirigió un equipo de investigadores a la selva tropical de Belice para explorar una cueva conocida como Yok Bolum.
Decidido a entender las circunstancias que rodearon la desaparición de la cultura maya, contrató a expertos de diversos campos. "Este es un problema complicado y para resolverlo necesitábamos reunir a climatólogos, paleoecólogos y arqueólogos", explica Kennett.
Un descubrimiento con suerte
La recién descubierta cueva, intacta durante años, ofrece información sobre la cantidad y distribución de las precipitaciones en la península de Yucatán, gracias al gran número de estalagmitas, según explica Sebastian Breitenbach, geoquímico de la universidad de Cambridge en Gran Bretaña, y miembro de la expedición. Las estalagmitas son formaciones que se originan en el suelo de una cueva de roca caliza a lo largo de cientos de años y producto del lento goteo de agua en el suelo y la deposición de carbonato cálcico.
"Tuvimos suerte", afirma Breitenbach en referencia a una estalagmita de aproximadamente 60 cm de largo, que fue encontrada cerca de la entrada de la cueva y bautizada como Yok-1. Asimismo, los científicos encontraron otras ocho formaciones del mismo tipo en el lugar. Enviaron una muestra a laboratorios estadounidenses y europeos analizarla con más detalle.
"Al igual que los anillos de un árbol, es posible utilizar las estalagmitas para reconstruir las condiciones climáticas del pasado", explica Breitenbach. De este modo, con la ayuda técnica de la datación radiométrica, los científicos pudieron determinar que la parte superior de la cueva tenía 2.000 años y había crecido continuamente desde el año 40 antes de Cristo (a. C.) hasta 2006 después de Cristo (d. C.).
Los investigadores laminaron la estalagmita Yok-1 en rodajas finas para poder medir el isótopo de oxígeno y con ello determinar las precipitaciones de los últimos 2000 años. Los datos obtenidos mostraron la influencia que los períodos húmedos y secos habían tenido durante siglos en la vida diaria de los habitantes de la península de Yucatán.
"Ahora podemos comparar la información geoquímica con los hallazgos arqueológicos encontrados sobre el terreno", dice el geoquímico.
Sequía extendida
Los datos comprenden información detallada sobre las precipitaciones durante el Período Clásico Maya, una era que abarca de 250 a 900 d.C. y es considerada por los historiadores como la cima de la cultura maya – caracterizada por la expansión de las ciudades-estado y un estilo de escritura característico.
Cuando los investigadores compararon los hallazgos arqueológicos mayas con las muestras de Yok-1, observaron una correlación entre las lluvias y el auge y la caída de la civilización maya. Entre 820 y 870 d.C., por ejemplo, hubo un 40% menos de precipitaciones que durante las décadas anteriores. Por ello, Kennett supone que la sequía podría haber sido la razón del colapso de la cultura maya.
"No es tanto la sequía en sí, sino que se originó en un momento determinado en el que muchas personas vivían en la zona o concentradas en las grandes ciudades", explica Kennett.
Hay teorías que explican que la cultura maya floreció entre los años 440 y 650 d.C., cuando abundantes lluvias produjeron cosechas suficientes para garantizar el crecimiento de los centros urbanos de la región, así como la alimentación de su también creciente población. Según Kennett los años húmedos fueron seguidos por un período más árido, marcado por graves sequías entre los siglos IX y X. Pero este no fue el único problema al que se enfrentó la antigua civilización mesoamericana.
Deforestación prehistórica
Kennett cree que las anteriores generaciones de campesinos mayas crecieron acostumbradas a la frecuente lluvia, viéndose obligadas a cultivar las tierras de forma demasiado intensa para asegurarse grandes cosechas. De este modo, con el fin de alimentar a una creciente población, trasladaron los cultivos de las tierras bajas a las terrazas dispuestas en las laderas de las colinas circundantes, para lo cual tuvieron que limpiar los bosques y la maleza. Los agricultores edificaron en las zonas periféricas para una creciente población, estableciendo así un futuro incierto.
"En cuanto cambiaron las condiciones climáticas de forma repentina, se encontraron atrapados", afirma Breitenbach.
Otro problema adicional fue su dependencia al dios maya de la lluvia, Chaac. Para apaciguarlo y asegurarse agua suficiente para el cultivo de las tierras, los gobernantes ordenaron la construcción de grandes templos y sacrificaron a los reyes de las ciudades-estado enemigas.
Cuando comenzó la sequía, continuaron los derramamientos de sangre y la guerra, dando lugar a un período de escalada de violencia y de represalias, que desestabilizó aún más la región y socavó la antigua sociedad centroamericana.
Pero en última instancia, parece que fue la persistente sequía la que no pudieron derrotar las élites mayas. Y así, su civilización se tambaleó hasta llegar a su fin. Las personas huyeron de las ciudades al bosque o murieron de hambre.
Kennett interpreta la historia como una valiosa lección para el mundo moderno, citando "sorprendentes paralelismos" con la actual California, que fue poblada durante un período productivo de abundantes precipitaciones en el siglo XIX y que ahora está amenazada por la sequía. "La situación es tensa", señala.