Una nueva ley para las redes inalámbricas, que incluye severos requisitos técnicos, amenaza a la Street Network en Cuba.
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Sus usuarios no pueden hablar de política ni de religión, pero aún así la Street Network (SNET), que conecta a decenas de miles de cubanos a través de la señal wifi, se ha convertido en un espacio de libertad y de confluencia ciudadana. Esta telaraña virtual, donde se juega, chatea e intercambia contenido, está ahora mismo en el ojo de los censores oficiales tras la entrada en vigor el pasado 29 de julio de una nueva legislación que regula el uso del espacio radioeléctrico en la Isla.
La creatividad ha sido en Cuba una válvula de escape durante décadas de carencias materiales y de excesivo control. Como mismo en las cocinas se inventan recetas para hacer menos aburridos los pocos ingredientes que venden en los mercados, para aliviar los problemas de conectividad a internet muchos jóvenes utilizan herramientas offline que sustituyen parte de las experiencias que podrían tener en la web.
SNET nació hace más de una década, justamente, como un espacio para el videojuego, los foros, los sucedáneos de las redes sociales y el traspaso de archivos entre quienes no tenían la posibilidad de acceder con frecuencia a la red mundial. Con dispositivos comprados la mayoría de las veces en el mercado negro y otras fabricados por los propios usuarios, comenzaron a conectarse los clientes, surgieron los primeros nodos y hasta aparecieron administradores para gestionar un fenómeno que entrelazó La Habana con hilos invisibles.
Durante todo ese tiempo existieron en la ilegalidad, algo tolerados por el oficialismo que prefería tener a esos miles de jóvenes más concentrados en aprenderse las partidas del último videojuego de moda que en ejercer alguna postura cívica. Pero incluso así, SNET nunca le agradó a la Plaza de la Revolución, especialmente porque permitía conectar gente y crear comunidades más allá de la ideología y la política. Para un Gobierno obsesionado con saber cada detalle de la vida de sus ciudadanos, eso era un peligro.
La nueva legislación para las redes inalámbricas ha sacado a SNET de la ilegalidad pero la ha puesto al borde de la muerte. La normativa incluye rígidos requisitos técnicos que de cumplirse a rajatabla harían disminuir el alcance, la velocidad y el número de usuarios que pueden conectarse. Es una regulación que busca recortar la influencia que tiene este entramado apuntalado por NanoStations y Mikrotiks, algunos de los dispositivos que más la componen. La decisión oficial es una manera de matarla sin prohibirla, de disminuir su importancia a fuerza de cercar su tecnología.
La respuesta de los usuarios no se ha hecho esperar. El pasado sábado decenas de personas se dieron cita frente al Ministerio de Comunicaciones para exigir una licencia especial que permita a SNET seguir operando. Varios de los manifestantes proponían que las autoridades utilicen la infraestructura de la red para potenciar la informatización de la sociedad cubana y que el monopolio estatal de telecomunicaciones, Etecsa, cierre acuerdos con los administradores que permitan llevar el acceso a internet a través de sus nodos y antenas.
La respuesta oficial no ha sido positiva y los usuarios de SNET se preparan para nuevas acciones. A su favor, cuentan con la mayor comunidad medianamente organizada y conectada que existe en Cuba más allá de las oficialistas organizaciones de masa. En su contra, un sistema que teme profundamente que los ciudadanos se unan sin que se les dé la orden de hacerlo.
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El tabaco cubano trata de liberarse de los grilletes del Estado
El tabaco de liar es una de las exportaciones más importantes de Cuba y se encuentra mayormente en manos estatales. El Valle de Viñales acoge a algunos de los mayores granjeros del tabaco.
Imagen: DW/S. Derks
Un paisaje único
El Valle de Viñales, con sus escarpados mogotes, fue reconocido Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO en 1999. A menudo se habla de él como un "paisaje cultural vivo" por los métodos tradicionales que se emplean para cultivar el tabaco en esta región única.
Imagen: DW/S. Derks
Las manos sobre el arado
Normalmente, la tierra se ara con la ayuda de bueyes. Los granjeros se aferran a estas técnicas agrícolas tradicionales porque contribuyen tanto a la calidad tanto del suelo como del tabaco.
Imagen: DW/S. Derks
Las reglas del Estado
En el sistema comunista cubano, los granjeros forman parte de cooperativas y son obligados a vender el 90 por ciento de la producción de tabaco a la cooperativa por un precio determinado por el Estado, que no es negociable. Para otros productos tienen cuotas diferentes que también vienen determinadas por el aparato estatal.
Imagen: DW/S. Derks
Probar el producto
En torno al 10 por ciento de la producción de tabaco es usada por los granjeros para su propio consumo o para venderla en privado en sus casas.
Imagen: DW/S. Derks
Granjeros, pero también mecánicos
Las cooperativas comparten materiales y equipo, como este tractor -que a menudo está descompuesto- o un camión para recoger los productos. Además, dan créditos y venden fertilizantes y otras herramientas para la producción agrícola.
Imagen: DW/S. Derks
Propiedad estatal
La tierra de los granjeros siempre pertenece al Estado. Solo se puede tener "propiedad" si la tierra fue entregada durante la reforma agraria que se llevó a cabo en los primeros años tras la revolución de 1959. También es posible arrendarle la tierra al Estado. Si no trabajan la tierra, la pierden.
Imagen: DW/S. Derks
Quién manda aquí
El funcionario estatal Justo Luis Gravera Martínez es el inspector de la cooperativa Frank País en Viñales. Trabaja exclusivamente con esta cooperativa y comprueba la eficiencia, la producción y el progreso de los granjeros.
Imagen: DW/S. Derks
La esperanza de un buen precio
La cuota garantiza a los granjeros un determinado porcentaje sobre las ventas de las hojas de tabaco. Sin embargo, es el Estado quien establece el precio, que normalmente es bastante bajo. Este precio no se puede negociar y depende de la calidad de las hojas de tabaco. Los granjeros no saben de antemano cuánto se les pagará.
Imagen: DW/S. Derks
Tras la cosecha viene una nueva etapa del proceso
Las hojas son transportadas desde las cooperativas hasta las fábricas estatales de tabaco, donde son seleccionadas y divididas de acuerdo con el color, la calidad y el tamaño. Entre los empleados hay más mujeres que hombres. Los ingresos dependen de cuántos kilos de hojas de tabaco sean procesados cada día y van desde los 15 dólares a los 48 al mes.
Imagen: DW/S. Derks
De vuelta a las raíces
Los nervios de la hoja son extraídos y vendidos a los granjeros a un bajo precio, quienes los usan como compost. Tras el colapso de la Unión Soviética, Cuba entró en una profunda crisis económica. El embargo impuesto por Estados Unidos hizo hundirse las importaciones cubanas y, en consecuencia, los granjeros aprendieron a trabajar con métodos orgánicos y se centraron en la sostenibilidad.
Imagen: DW/S. Derks
Trabajar en la sostenibilidad
El Gobierno cubano ha introducido numerosas medidas para promover la agricultura orgánica, poniendo énfasis en el material reciclado. En 2016, la ONG ecologista WWF dijo que Cuba es el país más sostenible del planeta.
Imagen: DW/S. Derks
Humo y espejos
Los cigarros hechos a mano, cuidadosamente seleccionados, se venden en tiendas de propiedad estatal. Los precios son tan altos que solo los extranjeros pueden permitirse comprarlos. El tabaco supone un 19 por ciento del total de los ingresos provenientes de la exportación de productos.