En la epidermis de La Habana están los colores chillones del oficialismo; pero abajo de todo yace la sombra oscura de un país dominado por un autoritarismo sin matices, dice Yoani Sánchez.
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La Habana fue una ciudad de carnavales y de máscaras. Aunque los tiempos del jolgorio pasaron hace mucho, a esta urbe la cubren -cada vez que hace falta- convenientes capas de maquillaje. Hace años, cuando un papa visitó la isla, las autoridades pintaron las fachadas y limpiaron las calles por las que transitaría la caravana de Su Santidad desde el aeropuerto hasta el casco histórico, una parcial restauración que no escapó del humor popular, que rebautizó la ruta como la vía Sacra.
Otro ejemplo de la capacidad para el enmascaramiento son todas esas miles, millones de fotos hechas por turistas en las que solo se ven viejos Chevrolet del siglo pasado, edificaciones restauradas y mojitos con mucho ron y poca memoria. Para conocer la ciudad que late más abajo hay que quitar capas como se le hace a una cebolla o usar el corrosivo desmaquillante de la objetividad. Lamentablemente solo unos pocos visitantes están dispuestos a esa labor de arqueología facial y cultural. En fin de cuentas llegan por un rato breve, por un tiempo que es solo un suspiro.
Este noviembre, el colorete ha vuelto a embadurnar una urbe con más de dos millones de habitantes y que arriba a sus 500 años de fundada. Los retoques "faciales" han incluido la recogida y sacrificio masivo de perros callejeros, la inauguración de algunas obras arquitectónicas que llevaban años en reparación y la prohibición a disidentes y activistas para que salgan a la calle en la víspera y la jornada de celebración del medio milenio de la Villa de San Cristóbal de La Habana.
Pero aunque solo le hubieran aplicado una fina capa de lápiz labial, poco hubieran podido descubrir Felipe VI y Letizia Ortiz en su visita de Estado de dos días a la isla. Con una agenda revisada milimétricamente, sus majestades apenas pudieron alejarse de las calles pautadas y de las escenas preparadas y de los invitados filtrados. Incluso en su reunión con representantes de la sociedad civil faltaron los activistas de derechos humanos, los líderes opositores e incluso los periodistas independientes de los medios más estigmatizados por el oficialismo.
No obstante, como en el mejor de los maquillajes, a veces una breve lágrima lo echa a perder todo. Los cosméticos valieron muy poco para tapar la realidad y el día en que los reyes españoles paseaban por La Habana Vieja un perro callejero logró atravesar frente a la pareja real y colarse en la foto de esta visita, un guiño quizás a todos esos otros que habían muerto para "limpiar" la imagen de una urbe donde una Ley de Protección Animal sigue siendo una quimera dolorosa.
La limpieza nacional de cara a la visita y las celebraciones también incluyó al arresto de ciudadanos incómodos, al estilo del artista Luis Manuel Otero Alcántara. Semanas antes, y como parte de la cotidiana falta de derechos, habían sido encerrados el periodista independiente Roberto Quiñones y el líder opositor José Daniel Ferrer, sin que hasta ahora la intermediación de organismos internacionales ni un presunto pedido de clemencia del palacio de la Zarzuela hayan logrado su liberación.
La Habana, como toda Cuba, es una secuencia de maquillajes y de máscaras. En la epidermis, muy arriba, están los colores chillones del oficialismo; pero abajo -cuando se raspa un poco- aflora el duro gris de la realidad, la sombra oscura de un país dominado por un autoritarismo sin matices.
Espectaculares escenas de La Habana
La Habana cumplió 500 años este 16 de noviembre. El fotógrafo alemán Sven Creutzmann lleva tres décadas fotografiándola.
Imagen: Sven Creutzmann
La Habana, antes de la tormenta
La Habana de 2019 (aquí desde la cúpula del Capitolio, antes de una tormenta y a través de una malla protectora de construcción) celebra 500 años de su fundación. Sven Creutzmann y Bert Hoffmann, un fotógrafo y un politólogo alemanes que han acompañado a la ciudad y a su gente por tres décadas, le regalan un imponente álbum ilustrado: “Havanna. Im Herzen Kubas” (La Habana. En el corazón de Cuba).
Imagen: Sven Creutzmann
La Habana de Fidel
El álbum dedica un capítulo a la relación de los habaneros con Fidel Castro, el hombre que, "para bien o para mal", marcó al país y la vida de su gente "como ningún otro". Aquí: con gorra militar verdeolivo, rodeado de guardaespaldas, pero en "una situación confusa, que otros jefes de Estado habrían evitado", durante "el Maleconazo", la revuelta del 5 de agosto de 1994.
Imagen: Sven Creutzmann
Lazarito Castro
"No sé lo que hace hoy ese niño a la izquierda de la foto. Pero todavía sé su nombre: Lazarito Castro", cuenta el escritor Leonardo Padura, una voz habanera en el libro. Lazarito no era familia de Fidel, pero se vio convertido en una especie de "asesor" simbólico por él. En la foto, de 2002, Fidel pierde una de 11.000 simultáneas de ajedrez en la Plaza de la Revolución, acompañado por Lazarito.
Imagen: Sven Creutzmann
"Viaje en el tiempo, sobre ruedas"
En julio de 2006, otro cubano escucha un discurso de Fidel Castro en el salón de su casa, donde también parquea su Chevrolet. Omnipresentes en la ciudad, los habaneros los llaman "almendrones". Hoffmann asume el reto de obviar el habitual cliché que representan, describiendo también los 'oldtimer' soviéticos, Lada y Moskvich: "el malabarismo de hacerlos caminar 30 años en el trópico es el mismo".
Imagen: Sven Creutzmann
El Fidel de La Habana
Recién publicado por la editorial Frederking & Thaler, en un formato espectacular, con 320 páginas y alrededor de 250 fotos, el volumen muestra cómo los habaneros se han relacionado con Fidel y la representación de su figura en las últimas décadas. Este señor espera el inicio de una manifestación, con un cuadro desmontado de una pared como pancarta. Es agosto de 2006 y Fidel ha dejado el poder.
Imagen: Sven Creutzmann
Patios interiores de La Habana: dominó
En áreas comunes, antiguos patios interiores coloniales, parques, aceras y, a veces, incluso a un lado de la calle, los habaneros, los cubanos, juegan dominó, ajedrez, comparten vida en comunidad. De fondo, no pocas veces, la arquitectura habanera se desmorona.
Imagen: Sven Creutzmann
Artes y cuerpos
"La Habana es una ciudad de escenarios", escribe Hoffmann. El mayor y más conocido es el largo muro y paseo marítimo conocido como Malecón. "Pero más que todo, La Habana es una ciudad de incontables pequeños escenarios... para la representación de la vida cotidiana". Maikel e Idelbis se preparan para ser bailarines de Tropicana, un famoso espectáculo de cabaret al aire libre para turistas.
Imagen: Sven Creutzmann
Valentín y Clara
Esta pareja habanera baila en la sala de su casa, durante la Nochebuena de 1992, junto a su árbol de Navidad, a la vista del Ché Guevara.
Imagen: Sven Creutzmann
Ópera en casa
Sven Creutzman recuerda que, para un reportaje sobre la vida en los techos de La Habana, descubrió esta vivienda de madera junto al equipo con que trabajaba, desde otro techo. Tras días intentando sacar una buena foto, apareció Edwin, estilista y cantante de ópera y se puso en ensayar: ¡Mozart!, con el Capitolio de fondo.
Imagen: Sven Creutzmann
Tecnología y salud
Alta tecnología, en el Instituto Cubano de Oftalmología, Ramón Pando Ferrer, conocido por los habaneros como "La Ceguera", pacientes de toda América Latina fueron operados durante la denominada "Operación Milagro".
Imagen: Sven Creutzmann
Antillana de Acero
La producción de acero en la planta siderúrgica más grande de Cuba, la Antillana de Acero, en 2011, en el Cotorro, un barrio periférico de La Habana al que no se asoman los turistas. Aún más lejos del centro que la finca Vigía, donde una vez vivió Hemingway, en la vecina San Francisco de Paula.
Imagen: Sven Creutzmann
"Camello" habanero
El metrobús, más conocido por los habaneros como "camello", transporte urbano con contacto de cuerpo entero en La Habana de 2005. La "innovación" surgió durante la crisis de la década de 1990: dos autobuses de la desvanecida era soviética, unidos entre sí sobre un tráiler y ruedas de camión, con capacidad para 200 personas, y una sección baja en el centro para permitir el acceso de pasajeros.
Imagen: Sven Creutzmann
Quince años
Tras 60 años de socialismo, la "fiesta de quince", esa costosa presentación y baile de señoritas en sociedad, de origen tan burgués, sigue siendo tradición en la isla. El lente de Sven Creutzman observa tras bambalinas, a quienes observan tras bambalinas a las princesas cubanas, envueltas en tul rosado, en un patio habanero.
Imagen: Sven Creutzmann
Elecciones a mano alzada
Así se vota en La Habana y en toda Cuba, por los candidatos de base. En este barrio habanero, inicia el proceso electoral para las elecciones parlamentarias, en 2017.
Imagen: Sven Creutzmann
Opositor asediado
Pese a los "nuevos tiempos" y las reformas introducidas por Raúl Castro, tras heredar el poder de su hermano Fidel, la disidencia sigue siendo ilegal en Cuba. En la foto: el periodista disidente Reinaldo Escobar (camisa de puntos blancos), asediado por agentes de seguridad vestidos de civil y militantes oficialistas, para impedirle la protesta pública, en noviembre de 2009, en una calle habanera.
Imagen: Sven Creutzmann
Pioneros, "aunque les duela"
Niños pioneros gritan consignas políticas para exigir el regreso de Elián González a Cuba junto a su padre, tras sobrevivir al naufragio de una balsa de emigrantes en 1999, en el que murió su madre. Esta manifestación de unos 150.000 estudiantes junto al Malecón, el muro que separa al mar de La Habana, pasaba frente a la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, hoy embajada.
Imagen: Sven Creutzmann
Ernesto
Ernesto, de siete años, cierra este libro, un retrato y homenaje a La Habana y los habaneros. En la contratapa, descansa sobre la defensa de un "almendrón", en La Habana Vieja.
Imagen: Sven Creutzmann
Dos alemanes en La Habana
Sven Creutzmann llegó a La Habana por primera vez en 1988 y es hoy el único fotógrafo alemán permanentemente acreditado en la isla. El politólogo Bert Hoffmann, que no ha dejado de investigar sobre la ciudad y el país desde 1990, dirige hoy el buró berlinés del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA).
Imagen: Sven Creutzmann
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