Una voz, dos voces, muchas voces
5 de febrero de 2018A los periodistas nos toca muchas veces dar malas noticias. Nos parecemos a los médicos en tener que contar que un país está enfermo de gravedad, que el virus de la corrupción ha minado las instituciones o que las heridas de un conflicto social siguen bajo la piel aunque no se vean a simple vista. Nuestro trabajo es ser esa voz incómoda e inoportuna que muchos preferirían no tener que escuchar.
Hace dos años, comencé un programa de televisión en la Deutsche Welle que me permitió auscultar de cerca el cuerpo de América Latina. A través del espacio La Voz de tus Derechos me acerqué no solo a los dolores cotidianos de la región, sino también a quienes desde el arte, la política, el activismo o el emprendimiento alivian esos males y ponen en práctica proyectos para mejorar la vida de muchos.
En esos 24 meses La Voz, como cariñosamente la llamamos en el equipo de producción, fue abriendo una ventana allí donde la puerta de la esperanza parecía cerrada. A través de nuestros micrófonos hablaron desde expandilleros convertidos en músicos urbanos, hasta madres que buscaban a sus hijos entre las balas del crimen organizado y las amenazas.
Me nutrí de historias de vida y superación, de personas que no se dejaron desanimar y que apostaron por trabajar para una región convulsa y apasionante. No faltaron las anécdotas simpáticas, como una serpiente pitón en mi regazo en un programa sobre el cuidado de los animales o una canción de rap improvisada en medio del estudio de filmación. Cada minuto fue una inmersión en las capacidades latinoamericanas y en el inmenso potencial de su gente.
Ahora, quiero volcar esa experiencia, las preguntas y los asuntos que quedaron pendientes en esta columna de opinión que hoy estreno. Un espacio para la escritura sobre lo que nos atormenta o nos inspira entre el Río Bravo y la Patagonia, pero redactada no desde la "superioridad” del analista o la frialdad del académico, sino desde la cercanía de alguien que habita está región del planeta, la sufre y la ama
Mi voz no estará exenta de incomodidad y de criterios que no gustarán a todos. No me preocupa y hasta me parece bien que así sea. Como periodista comprendo que el trabajo que me toca hacer es justamente sacar a luz lo que muchos quieren ocultar, describir esa zona de la vida de una sociedad que tantos prefieren mantener a oscuras, desafiar con datos a los poderes que se creen incuestionables y proveer a los ciudadanos de una información veraz sustentada en hechos.
Me propongo canalizar a través de mi garganta, dígase mis teclas en este caso, las vicisitudes y logros de muchos ciudadanos de América Latina que no pueden acceder a un micrófono, han dejado de ser escuchados por sus Gobiernos o quieren mostrar al mundo su talento o describir el colorido calidoscopio de formas, acentos, colores y tradiciones que dan vida a esta zona del mundo.
En fin, quiero ser una voz entre muchas que ayude a hacer de nuestras tierras un lugar donde cada día se respeten más los derechos humanos o, en su lugar, sea más difícil violarlos impunemente.