Las esperanzas de desactivar la pugna en torno al programa atómico iraní sufrieron un nuevo revés. Lo que no han logrado los europeos en arduas negociaciones, con tentadoras ofertas de cooperación económica, tampoco lo han conseguido hasta ahora los rusos, con su propuesta salomónica de enriquecer uranio en una planta conjunta con Irán. Teherán rechazó categóricamente la oferta y dejó en claro, por boca del portavoz de Asuntos Exteriores, Hamid Resa Asefi, cuál es a su juicio el aspecto medular del asunto: Irán insiste en su derecho de enriquecer uranio en su propio territorio.

Cuestión de principios

Lo que para los iraníes es una cuestión de principios, representa para otros países, comenzando por Estados Unidos, un problema de seguridad internacional. Washington no es el único que sospecha que, tras el programa nuclear de Teherán, se oculta la intención de fabricar armas atómicas y el enriquecimiento de uranio sería, por consiguiente, un paso clave en esa dirección.

Aún no se ha llegado hasta ese punto, pero sí al paso previo, con el inicio de la conversión de uranio, que provocó la interrupción de las negociaciones con Europa. Irán insiste en que sus propósitos son pacíficos, pero no está dispuesto a ceder para tranquilizar a la comunidad internacional. Más aún: su gobierno no se ha caracterizado precisamente por la mesura política en los últimos meses, ni da señas de querer atenuar las tensiones con el exterior.

Malas perspectivas

De hecho, Hasefi incluso se rehusó a confirmar la fecha planteada para conversar sobre la reanudación de las negociaciones con la Unión Europea en torno al candente tema del programa atómico. Según indicó, el 18 de enero es sólo una de varias fechas posibles, si bien aseguró que el diálogo proseguirá en enero. Los mediadores de Francia, Alemania y Gran Bretaña sin duda continuarán sus esfuerzos, ciñéndose a la máxima de que la esperanza es lo último que se pierde. No obstante, las perspectivas son bastante sombrías, más aún después del fracasado intento de intercesión de Moscú.