Urticaria en Washington
19 de septiembre de 2002Los vientos de guerra no han dejado de soplar en torno a Irak. Tampoco dejan de levantar polvo en Alemania, en la fase final de la campaña electoral; ni de provocar roces entre Washington y Berlín. Sabido es que la postura del canciller Gerhard Schröder, categóricamente opuesta a una intervención militar en Irak, no ha sido precisamente del agrado de Estados Unidos. Pero, en el fragor de la batalla por los votos, tanto en el bando de la oposición como en el del gobierno se han producido deslices y confusiones.
El traspié de Stoiber
La novedad radica en que ahora también el candidato conservador a la jefatura de gobierno, Edmund Stoiber, se pronuncia contra una operación estadounidense si no cuenta con respaldo de la ONU. Y no sólo eso. En un programa de televisión afirmó que, de resultar elegido, Alemania no estará a disposición de Estados Unidos como base estratégica.
Según la edición online del semanario Der Spiegel, tal declaración causó inmediato alboroto en la prensa estadounidense. Y es comprensible ya que lo dicho por Stoiber implicaría pasar por alto acuerdos internacionales. El equipo del candidato conservador explicó presuroso que se trataba de un malentendido, destacando que los tratados de la OTAN dejan en claro que Alemania no puede decidir sobre el uso de las bases. En consecuencia, los estadounidenses pueden utilizarlas según su criterio.
Odiosas comparaciones
Revuelo provocaron también en Washington y en Alemania unas presuntas declaraciones de la ministra de Justicia, Herta Däubler-Gmelin, quien criticó la política de Bush en una reunión con sindicalistas metalúrgicos. Según un diario regional, la ministra opinó que el presidente intentaba distraer de los problemas internos de su país mediante una guerra contra Irak. El asunto no habría sido tan grave, si no hubiera añadido -siempre de acuerdo con el periódico- que ese era un método muy socorrido y que también Hitler lo utilizó.
La jefa de la cartera de Justicia asegura, enfáticamente, que jamás comparó a Bush con el dictador nazi; pero la oposición arremetió de inmediato, pidiendo la cabeza de la ministra socialdemócrata. Faltando tres días para las elecciones generales, nada podría venirle mejor a los conservadores que el derrumbe de otra figura del gabinete gubernamental. Gerhard Schröder lo sabe y ha manifestado su confianza en la versión de Herta Däubler-Gmelin, quien atribuye todo el escándalo a una odiosa maniobra electoralista.
Pero el canciller también está consciente de que en Washington existe ya bastante irritación. Por eso, junto con subrayar que no puede imaginar semejante comparación en boca de su ministra, puntualizó a través de un portavoz: "Si alguien comparara al presidente estadounidense con un criminal, no tendría cabida en el gobierno".