Uruguay: no hay dos sin tres
27 de noviembre de 2014 Según las encuestas, de entre un trece y un quince por ciento es la ventaja de Tabaré Vázquez —quien ya fuera presidente cinco años atrás— sobre Luis Alberto Lacalle Pou, el desafiante. Hace un mes, en la primera vuelta, los institutos de sondeos habían pronosticado un cabeza a cabeza entre el Frente Amplio y los dos partidos tradicionales (Partido Nacional y Partido Colorado). Fue un pronóstico errado: el 48 por ciento de los votos fue para el Frente Amplio, el 31 por ciento para el Partido Nacional y el 13 por ciento para el Partido Colorado.
Si es elegido presidente el domingo (30.11.2014) Vázquez podrá gobernar confortablemente, pues en ese caso tendría aseguradas mayorías absolutas en ambas cámaras del Parlamento. En la de Diputados ya la tiene después de la primera vuelta. En el Senado le falta un voto: el del presidente del Senado, cargo que asume el vicepresidente de la República, o sea, el compañero de fórmula de Vázquez (en la foto arriba, a la derecha de Tabaré Vázquez). Un nuevo gobierno del Frente Amplio escribiría también historia: sería la primera vez desde hace 60 años que una formación política gana tres elecciones seguidas en Uruguay.
El otro candidato
Luis Alberto Lacalle Pou, candidato por el Partido Nacional, hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995), quien se impuso fulminantemente en las internas de su partido antes de las elecciones nacionales, parece no creer mucho en sus posibilidades de alcanzar la presidencia en el balotaje, dada la gran diferencia que lo separa de Vázquez.
Para la segunda vuelta, Lacalle Pou cuenta con el apoyo explícito de Pedro Bordaberry, candidato en primera vuelta del Partido Colorado, hijo de Juan María Bordaberry, presidente y dictador en Uruguay de 1973 a 1976. Dos partidos acérrimos enemigos en el pasado se unen ahora contra el adversario común y reflexionan incluso sobre formar un nuevo Partido de la Convergencia conjunto para las próximas elecciones municipales.
Es la economía…
Vista la constelación electoral, probablemente no habrá un cambio político en el país. Y eso no es casualidad. Demasiados buenos son los datos económicos como para que el electorado se vuelque masivamente por una opción poco clara: ambos partidos opositores se han puesto de acuerdo en cinco puntos que critican aspectos parciales de la política frenteamplista, en la educación, la seguridad, la política impositiva, la transparencia y la integración en el Mercosur, pero que no suponen un verdadero proyecto alternativo.
El 94 por ciento de los 3,6 millones de uruguayos describe hoy su propia situación económica como buena o por lo menos no peor que antes. Dos de tres cuentan con que el año próximo mejorará. En los últimos cuatro años, el PIB aumentó en promedio un 5,5 por ciento anual, la pobreza se redujo de 34 por ciento (2006) a 11,5 por ciento (2013) y la desocupación bajó a un mínimo histórico (seis por ciento).
Una amplia gama de posiciones
Las agencias de rating le han dado al país el investment grade, las inversiones extranjeras aumentan y la última emisión de bonos del Estado fue colocada rápidamente y a un favorable tipo de interés en Nueva York. A ello se agrega que el gobierno ha logrado desacoplar crecientemente al país de las economías de Argentina y Brasil, de tal forma que no es tan dependiente como antes de la situación en los vecinos.
Además, el Frente Amplio, como coalición de una docena de partidos y movimientos, cubre una amplia gama de posiciones ideológicas, de modo que el espacio político para los partidos tradicionales queda bastante reducido. El empate técnico en los pronósticos anteriores a la primera vuelta de las elecciones parece no haber sido entonces más que un error de cálculo: todo indica que el Frente Amplio permanecerá cinco años más en el gobierno. Un nuevo y tan disparatado desacierto en los sondeos es poco probable.