Algunos políticos alemanes tuvieron una gran idea: que el transporte público sea gratuito. Un intento desesperado para evitar las prohibiciones de circulación de autos a diésel.
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Una muestra de que los políticos son capaces de grandes reformas la brinda la carta que la ministra de Medio Ambiente, Barbara Hendricks, el ministro de Agricultura, Christian Schmidt, y hasta el mismo jefe de la cancillería federal, Peter Altmeier, enviaron a la Comisión Europea, en Bruselas. En ella, Alemania evalúa la posibilidad de que el transporte público se vuelva gratuito, al menos en algunas ciudades, pero solo si no queda otro remedio y la calidad del aire en algunas ciudades alemanas no mejora.
Imaginémonos subir simplemente al ómnibus, al metro o al tranvía sin tener que pagar. Si fuese así, sin duda muchos alemanes dejarían su automóvil estacionado, y el aire que respiramos sería más limpio, al menos, a largo plazo. En otras partes del mundo ya existe algo parecido: por ejemplo, en Estonia, en Bélgica y en algunos lugares de Rusia. Pero en Alemania, la tierra de la Autobahn y de los coches potentes de lujo, eso sería realmente una novedad.
Los contribuyentes pagarían las reformas
Es por eso que la Asociación Alemana de Empresas del Transporte (VDV, por sus siglas en alemán) alertó sobre el hecho de que el crecimiento del número de pasajeros sería enorme y que se necesitarían nuevas líneas, más personal y tal vez nuevas vías de circulación que costarían miles de millones, dinero que saldría del bolsillo de los contribuyentes. Los tres ministros que presentaron la propuesta también lo ven así y sugieren abiertamente que aquellas regiones que estén decididas a acabar con las máquinas de boletos reciban apoyo estatal. Solo para ilustrar de qué sumas estamos hablando: actualmente, todas las ciudades alemanas recaudan en total 12.000 millones de euros por año en boletos de transporte público.
Pero, sobre todo, esta sorprendente iniciativa demuestra cuán grande es el nerviosismo de los ministerios responsables. Durante años, principalmente la enorme cantidad de automóviles diésel hizo que en las ciudades alemanas el óxido de nitrógeno superara los límites más allá de lo esperado. El 22 de febrero, el Tribunal Administrativo Federal, en Leipzig, decidirá si la prohibición de circulación de coches a diésel estaría conforme a la ley si las emisiones de gases de escape son demasiado altas. Las probabilidades de que se acceda a las demandas son altas. Pero el gobierno alemán quiere evitarlo a toda costa. La Comisión Europea ya dejó entrever que los pasos que dio hasta ahora el gobierno contra la mala calidad del aire no son suficientes, es decir, que todas las cumbres mediáticas con la industria automotriz, el año pasado, todas las promesas de fabricar automóviles menos dañinos para el medioambiente y de reequipar los coches a diésel para reducir las emisiones, no dieron resultado.
¿Qué precio paga la industria del automóvil?
Por supuesto que la idea de un transporte público gratuito no es para nada mala. Las redes de transporte alemanas son muy buenas, sobre todo en las grandes ciudades. ¿Pero cuánto tiempo tardaría el sistema de transporte en adecuarse al aumento desproporcionado de pasajeros? ¿Y el aire, se volvería verdaderamente más limpio? ¿Y el gobierno alemán entonces realmente tomaría medidas contra los responsables de la industria automotriz? Hasta ahora, nadie lo ha confirmado.
Anteriormente, el lema de la industria alemana del automóvil era: "Vía libre para ciudadanos libres”, y eso significaba que en las autopistas alemanas no había límites de velocidad ni de caballos de fuerza. Libertad era apretar el acelerador. Y ahora tal vez se haga realidad el sueño de los ecologistas, ciclistas y peatones, pero por la puerta de atrás, porque la política hizo durante demasiado tiempo la vista gorda en torno a la cantidad de gases tóxicos que produce la industria automotriz en Alemania, el paraíso de los automovilistas.
Autor: Jens Thurau (CP/ ERS)
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Cronología del escándalo del diésel
La manipulación de los niveles de emisión de gases de escape ha sumido a Volkswagen en una gran crisis, con una enorme pérdida de prestigio, que ya costó millones al consorcio y aún está lejos de terminar.
Imagen: picture-alliance/dpa/J. Stratenschulte
La carrera hacia el desastre
Aproximadamente dos semanas después de que VW confesase que había usado un software para manipular los coches diésel, la Agencia Ambiental de Estados Unidos lo publicó oficialmente el 18 de septiembre de 2015. A partir de ahí, la crisis comenzó a acelerar rápidamente y pronto se cobró sus primeras víctimas.
Imagen: picture-alliance/dpa/J. Stratenschulte
El jefe tiene que irse
El presidente de la junta directiva de VW, Martin Winterkorn, tuvo que dejar su cargo a los pocos días. El 23 de septiembre de 2015 renunció a esta posición pero aún mantiene otras responsabilidades dentro del grupo. A día de hoy, dice que nunca tuvo conocimiento del fraude.
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El nuevo es un viejo conocido
Su sucesor fue Matthias Müller, director general de la filial de VW Porsche. El nuevo también insistió en que no sabía nada del fraude de las manipulaciones. Su nueva función fue limpiar el consorcio, un cometido en el que no siempre pudo estar a la altura.
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Asalto a la sede
Contra VW no solo investigó Estados Unidos. También se implicó la fiscalía de la Baja Sajonia, el estado federado donde VW tiene su sede principal. El 8 de octubre de 2015, la fiscalía de Braunschweig entró a registrar la sede del consorcio en Wolfsburgo y otras ciudades.
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Un poderoso oponente ...
… entró también en la carrera a principios de 2016. El gobierno de Estados Unidos presentó una demanda contra VW alegando fraude y violación de las leyes estadounidenses para la protección el clima.
Imagen: picture-alliance/dpa/A. Burgi
De repente, a toda velocidad
Aunque todavía no estaban dados de alta por la Oficina Federal de Vehículos a Motor, VW llamó a revisión a sus modelos "Amarok". Estos serían los primeros modelos en contar con herramientas de control del motor y gases de escape conforme a la legalidad. Otros modelos como el Passat o el Golf tuvieron que esperar.
Imagen: picture-alliance/dpa/J. Stratenschulte
¿Retirada o víctima de la empresa?
El 9 de marzo de 2016 renunció también el jefe de VW en EE.UU., Michael Horn. Fue uno de los protagonistas que acaparó el foco de la opinión pública cuando saltó el escándalo. Entre otras cosas, pidió disculpas al público por el comportamiento de VW.
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Un juez con mucha paciencia
No es frecuente que un juez de distrito de EE.UU. como Charles Breyer (San Francisco) sea tan conocido en Alemania. Como juez principal del distrito del norte de California. él es el responsable del caso contra VW. El 21 de abril de 2016 anunció un principio de acuerdo entre el fabricante y las autoridades estadounidenses. Sin embargo, muchos detalles quedaron por aclarar.
Imagen: picture-alliance/dpa/U.S. Government
Resultado provisional devastador
El 28 de junio de 2016 se dio a conocer que VW tendría que pagar probablemente hasta 14.700 millones de dólares como compensación. Los coches afectados tendrían que ser recomprados o equipados. Ese sería el precio en Estados Unidos, pero todavía no se sabe qué salida se negociará en otros países. El valor en bolsa de la compañía había caído un 20% en el ultimo año.
Imagen: Reuters/R. Orlowski
¿Quién sabe qué?
El 8 de marzo de 2017, en la comision del Paarlamento alemán dedicada a investigar el escándalo de Volkswagen, la canciller alemana Angela Merkel declaró que se había enterado del fraude a través de los medios .
Imagen: Reuters/F. Bensch
Mercedes, Audi, Porsche...
Durente los meses siguientes se inician también investigaciones contra otros fabricantes alemanes, incluidas también marcas del grupo Volkswagen como Audi y, posteriormente, Porsche. La fiscalía de Stuttgart también llegó a registrar algunas oficinas de Daimler por sospechas de manipulación del software de emisiones.
Imagen: Reuters/F. Bensch
También en el segmento de lujo
Después de haber sido investigada por la fiscalía de Stuttgart, la empresa Porsche recibió a finales de julio de 2017 un duro golpe por parte del ministro de Transportes, Alexander Dobrint, que prohibió las matriculaciones de uno de los modelos de Porsche Cayenne.