Veinte años del 11 de abril: el día que cayó Chávez
Johan Ramírez
10 de abril de 2022
Un golpe de Estado sacó a Hugo Chávez del poder en 2002. Pero los excesos de una oposición triunfalista lo hicieron volver tres días después. Su regreso fue un error para él y para la historia, opina Johan Ramírez.
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Fueron tres días de película. Una de acción y suspenso que comenzó el 11 de abril de 2002: una trama de conspiraciones políticas y armadas, protagonizada por la mayor protesta de la historia democrática de Venezuela, un millón de personas, y luego, una masacre: 19 muertos, más de 120 de heridos, francotiradores en el centro de Caracas. Indignación, estupor. Y luego, lo inevitable: el presidente Chávez fue obligado a dejar el poder. Un golpe de Estado.
Después vinieron dos días de excesos: el nuevo gobierno, embriagado de triunfalismo, desarmó la institucionalidad con un decreto, y desató una grotesca ola de persecución y represión; entonces, los militares, ahora los leales a Chávez, decidieron hacerse del Palacio de Gobierno. Un golpe dentro del golpe. Hubo confusión, incredulidad, rumores que fueron confirmados al filo de la madrugada del tercer día, el 13 de abril: una luz cruzaba el cielo pétreo de la capital: era un helicóptero militar. Adentro, recién liberado de su prisión improvisada en una isla del Caribe, venía Hugo Chávez para retomar el poder. ¡Qué película! Pero no terminó allí: a partir de entonces comenzó otro filme, este, en cambio, de terror, cuyo legado, veinte años después, se traduce en la destrucción del Estado y su economía, la división social y, en última instancia, la consolidación de una despiadada dictadura.
Tras el golpe de abril de 2002, el chavismo se apresuró a tomar el control absoluto de la industria petrolera. La estatal PDVSA, motor económico del país, había liderado la huelga general que hizo estallar la crisis. Por eso, la prioridad del oficialismo fue garantizar que aquello no ocurriera nunca más. De modo que desmontó la élite gerencial de la compañía, sustituyéndola por un puñado de fieles, aunque esas designaciones traicionaran los principios de la meritocracia que la industria había cultivado celosamente durante décadas.
Pero los chavistas no tenían la capacidad para gerenciar algo tan grande, y por allí entró la incompetencia, la mediocridad, y luego la corrupción. Tomar el control de PDVSA, insignia sagrada del país, sentó un precedente lamentable. Después vino el desmantelamiento de las instituciones para garantizar el poder absoluto y sostenido: Consejo Nacional Electoral, Tribunal Supremo de Justicia, Contraloría General de la Nación, Procuraduría, Defensoría del Pueblo. Esta última se desvirtuó tanto que, con el tiempo, y dado que no protegía los intereses ciudadanos sino los de Chávez y su camarilla, fue rebautizada popularmente como la Defensoría del "Puesto”.
Luego vino la expropiación de la empresa privada como retaliación política, como acto hegemónico del poder, o simplemente como una nueva forma de robar. Industrias fértiles se marchitaron a causa de la malversación de fondos, y la sumatoria de todas estas catástrofes produjo la inevitable destrucción de la economía nacional, hoy asfixiada en un mar de inflación incalculable y perdida en reconversiones monetarias que apenas sirven para quitarle ceros al devaluado bolívar, pues no logran detener el descalabro.
Ese período de transformación del Estado hacia un modelo autoritario conllevó, en segundo lugar, a un creciente descontento popular, que a su vez trajo división social como nunca se había visto en Venezuela. Por un lado, los chavistas; por el otro, los "escuálidos”, un término peyorativo con el que el oficialismo designaba a la oposición. La intolerancia hacia la crítica se liberó de los linderos de la política para instalarse en los hogares y en las familias. Innumerables veces esa confrontación ha tomado las calles, y el resultado son cerca de trescientos muertos en dos décadas de manifestaciones, según cifras de la ONG Foro Penal. La crisis del 11 de abril le enseñó al chavismo que era necesario controlar el descontento popular, y para ello debía silenciar la disidencia, la prensa libre, el pensamiento independiente, y los partidos de oposición: una forma de hacer gobierno que condujo a la tercera desgracia: la dictadura.
Aunque tenía vicios autoritarios, el Chávez que recibió el golpe en 2002 era un demócrata. Pero luego de aquel abril se transformó. Se radicalizó. Se convirtió en el tirano que premiaba en televisión a los esbirros que reprimían las manifestaciones opositoras, que metía políticos en las cárceles, y que manipuló todo el sistema electoral para detentar el poder para siempre. Hasta que el cáncer lo sorprendió.
Sin el golpe de aquel abril, tal vez Chávez no se habría hecho un dictador, que -con todo lo que ello implica- es el origen de todos los males que hoy padece Venezuela. Debió irse el 11 de abril. Hoy sería recordado como un presidente de izquierda que quiso cambiar el país, pero que fue vencido por la derecha tradicional. Pero volvió. El 13 volvió para convertirse en lo que fue hasta el día de su muerte. Su regreso fue un error para él, para su memoria, para la izquierda. Pero sobre todo fue un error para Venezuela y para América Latina. Si el 11, el día del golpe, es una fecha trágica que ahora cumple veinte años, el 13, cuando regresó, es un día que nunca debió existir. (dz)
Venezuela: un país desangrado
El 6 de diciembre se llevaron a cabo elecciones parlamentarias en Venezuela en medio de la peor crisis en años. Hambre y escasez caracterizan la vida cotidiana en el país. La necesidad se manifiesta de muchas formas.
Imagen: Jimmy Villalta/UIG/imago images
Neveras vacías
En 2018, la nación caribeña registró la inflación más alta en su historia: 65.374%, según el portal alemán Statista. En el mismo año, el Fondo Monetario Internacional incluso calculó la inflación en 1.370.000%. Debido a la falta de divisas, apenas se pueden importar bienes. Comprar en los supermercados es imposible para la mayoría de los venezolanos debido a los altos precios.
Imagen: Alvaro Fuente/ZUMA Press/imago images
Alimentando a los pobres en la ciudad de Valencia, estado Carabobo
Solo aquellos que traigan su propio plato o envase pueden comer algo. Incluso las organizaciones de ayuda humanitaria carecen de cubiertos desechables. El otrora rico país ha estado sufriendo una grave crisis de abastecimiento durante años. Hay escasez de todo: comida, medicinas y las cosas más básicas, como jabón y pañales.
Imagen: Juan Carlos Hernandez/ZUMA Wire/imago images
Los niños se mueren de hambre
En Caracas, los niños extienden desesperadamente los brazos cuando Caritas u otras organizaciones distribuyen alimentos. Muchos no han comido en días. El 96 por ciento de los hogares vive en la pobreza, 64 por ciento en pobreza extrema, según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello. La carne, el pescado, los huevos, las frutas y las vegetales solo se sirven en muy pocas familias.
Imagen: Roman Camacho/ZUMA Press/imago images
Sistema de salud al borde del colapso
El que lamentablemente tenga que ir a un centro de salud, como aquí en el Hospital San Juan de Dios de Caracas, tiene que pagar sus propios medicamentos y suministros como catéteres y jeringas. Más de un tercio de los 66.000 médicos con licencia ya abandonaron el país. El número de otros profesionales de la salud también se ha reducido, lo que ha llevado al sistema sanitario al borde del colapso.
Imagen: Dora Maier/Le Pictorium/imago images
Barro y madera como materiales gratuitos de construcción
Un niño juega en su casa de bahareque, un tipo de vivienda hecha de madera y barro cuya construcción se remonta a la época precolombina. Debido a la creciente pobreza extrema en las zonas rurales, estas estructuras se están volviendo más comunes nuevamente. Bajo estos techos no hay agua corriente ni electricidad.
Imagen: Jimmy Villalta/UIG/imago images
No hay electricidad en Venezuela
Los apagones permanentes paralizan regularmente el país. La oposición señala las inversiones demoradas, la corrupción y el mantenimiento inadecuado de los sistemas eléctricos como las razones. Por ello, el gobierno tomó medidas drásticas para ahorrar electricidad. Por un tiempo, los funcionarios públicos incluso redujeron su semana laboral a dos días hábiles para ahorrar energía. Sin éxito.
Imagen: Humberto Matheus/ZUMA Press/imago images
Viviendo en la calle
Cuando se va la luz, hace un calor insoportable en las casas si no se tiene un aire acondicionado que funcione. Entonces la gente traslada la vida a las calles, como aquí en Maracaibo. Por años ha habido cortes de energía no solo regionales en Venezuela, sino también nacionales. El presidente Nicolás Maduro asegura que sus oponentes hacen actos selectivos de sabotaje contra la infraestructura.
Imagen: Humberto Matheus/ZUMA Press/imago images
Escasez aguda de agua
En la parroquia Santa Rosa, en la ciudad de Valencia, el suministro de agua ha colapsado de forma tal que hasta la gente se baña y lava su ropa y otras cosas en charcos al costado de la carretera. Ya no hay agua potable.
Imagen: Elena Fernandez/ZUMA Wire/imago images
Luz y agua
En el río Guaire fluyen solo aguas residuales y productos químicos tóxicos. En Venezuela, el agua y la electricidad son delicadamente interdependientes: la falta de electricidad y mantenimiento agrietaron las paredes de los embalses del país y el nivel del agua bajó. Como resultado, se generó menos electricidad en las centrales hidroeléctricas y se produjeron apagones. Un círculo vicioso.
Imagen: Adrien Vautier/Le Pictorium/imago images
En busca de agua potable
En Guacara, en el estado Carabobo, una residente camina por las calles con recipientes de plástico en busca de agua potable. En algunos lugares de Venezuela solo hay unas pocas horas de agua corriente tres días a la semana. Por esta razón, muchas familias llenan rápidamente todas las botellas y frascos que encuentren para tener un poco de agua cuando la sequía vuelva.
Imagen: Juan Carlos Hernandez/ZUMA Wire/imago images
Aguas contaminadas
Los venezolanos nadan en petróleo, pero no de buena manera: en el lago de Maracaibo, los pescadores arrojan sus redes desde neumáticos viejos, a pesar de que el agua está contaminada con petróleo. Las costas también están afectadas. Debido a fugas en oleoductos y una avería en una refinería cerca de Puerto Cabello, en el noroeste del país, unos 20.000 barriles de crudo se derramaron al mar.
Imagen: Miguel Gutierrez/Agencia EFE/imago images
"El pueblo necesita gasolina"
En Guacara, en el estado Carabobo, la gente espera con sus automóviles enfrente de las estaciones de servicio por más de dos semanas para cargar gasolina. Venezuela tiene que importar petróleo de Irán porque sus propias plantas petroleras en ruinas apenas pueden producirlo. Hace 10 años, la tasa de producción era de unos 2,3 millones de barriles al día. Ahora es menos de la mitad.
Imagen: Juan Carlos Hernandez/ZUMA Wire/imago images
El suministro de energía colapsó
En Caracas, la gente espera en la calle con sus bombonas de gas vacías con la esperanza de que por fin puedan volver a llenarlas. Dado que las fuentes de energía y gasolina fallan repetidamente en Venezuela, la gente ha cambiado al gas. Pero este recurso también se ha vuelto escaso.
Imagen: Miguel Gutierrez/Agencia EFE/imago images
Las aureolas se desvanecieron
Los rostros de Hugo Chávez, Fidel Castro, Evo Morales y Rafael Correa miran desde la pared de una casa en Caracas hacia un basurero desbordado. Muchos venezolanos veneraron como santos a los líderes socialistas de Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador. En Venezuela, el "socialismo del siglo XXI" no ha cumplido su promesa de prosperidad para todos.