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El coronavirus golpea el interior del Amazonas

João Soares
4 de junio de 2020

Hay 7,8 millones de brasileños que están a cuatro horas de un respirador, y más de la mitad de ellos vive en la Amazonía. Distancias insalvables y pocas UTI hacen peligrar las vidas de los más vulnerables.

La economía de la región de Santarém, en Brasil, depende del turismo, uno de los sectores más afectados por la pandemia de coronavirus.
La economía de la región de Santarém, en Brasil, depende del turismo, uno de los sectores más afectados por la pandemia de coronavirus.Imagen: Imago/AGB Photo/R. Aguiar

Donde las aguas turbias del Río Amazonas se encuentran con la claridad del río Tapajós, la belleza del panorama es digna de una tarjeta postal. Se trata de Santarém, en el oeste del estado brasileño de Pará. Pero esas bellezas naturales pueden hacer perder de vista que, para los que viven en esa región, la realidad es bien distinta. Apenas la mitad de la población tiene acceso al agua potable en Santarém, uno de los cien mayores municipios de Brasil. La higiene básica es un privilegio de solo el 4,2 por ciento de la gente.

"La epidemia encuentra al Amazonas en las peores condiciones posibles", dice a DW Caetano Scannavino, coordinador del Proyecto Saúde e Alegria, una ONG que actúa hace más de 30 años en la región. "La principal causa de mortalidad infantil aquí es la diarrea por el agua contaminada de los ríos. ¿Cómo se puede cumplir con las medidas de higiene por el coronavirus si la población ni siquiera tiene un grifo en la casa?", pregunta.

El avance del nuevo coronavirus en la región hizo que colapsara el sistema de salud de Santarém, como ya ocurrió en Belém, capital del estado de Pará, y en Manaos, capital del estado de Amazonas. Las 31 camas de Unidades de Terapia Intensiva (UTI) disponibles están ocupadas, y la ciudad es el punto de referencia en la atención médica para más de un millón de personas, distribuidas en 22 municipios del interior de la Amazonía.

Ala de pacientes de COVID-19 en un hospital de Manaos, Brasil.Imagen: picture-alliance/AP Photo/F. Dana

Algunos de esos municipios son más grandes que algunos países europeos. Itaituba, de más de 62.000 kilómetros cuadrados, con poco más de 100.000 habitantes, tiene el doble de la extensión de Bélgica. El transporte de los pacientes que precisan ser atendidos en Santarém depende del transporte en un helicóptero que puso a disposición el gobierno de Pará.

El estado de Pará es un ejemplo de la catástrofe que causa el coronavirus en Brasil. Allí viven cerca de tres millones de personas, a más de cuatro horas de viaje para poder acceder a un respirador. Mientras en la metrópoli de Sao Paulo hay un respirador por cada 2.400 habitantes, la proporción en Santarém es de un respirador por cada 20.000 personas.

Según datos de las autoridades de Santarém, el 3 de junio de 2020 las infecciones de coronavirus ascendían a 1.815 casos confirmados, y a un total de 96 fallecimientos por COVID-19. Para la misma fecha, en Pará, la cifra de contagios, según el Ministerio de Salud de Brasil, es de 44.774 personas, y en todo Brasil, de 584.016 casos.

Un niño en la Amazonía brasileña.Imagen: Reuters/B. Kelly

Una gran cifra oscura de contagios

Pero esas cifras, sin embargo, no son fidedignas, ya que en Santarém falta una infraestructura para realizar test, y las muestras se transportan en avión hacia la capital, Belém. Los análisis pueden demorar hasta dos semanas.

"De acuerdo con la frecuencia de internaciones, estimo que en el oeste de Pará hay entre 20.000 y 40.000 personas con coronavirus", dice a DW el virólogo Joao Guilherme Assy, de la Oficina de Salud de Santarém.

La búsqueda de un lugar en la Unidad de Terapia Intensiva obliga a los médicos del hospital a improvisar, haciendo que los pacientes que necesitan un respirador se turnen. Y faltan muchos médicos, ya que varios de ellos se contagiaron de COVID-19.

A eso se suma que solo una pequeña parte de la población respeta las reglas de la cuarentena en cuanto a salidas y contactos con otras personas. La lucha contra la pandemia se lleva a cabo ante los tribunales. La Justicia brasileña dictaminó la prolongación de las restricciones de contacto por siete días más, después de que el alcalde de Santarém, Nélio Aguiar, la hubiera levantado. La fiscal responsable fue insultada y amenazada en un grupos de WhatsApp después de eso.

La hidroxicloroquina también es un dilema en Brasil, y eso afecta los tratamientos médicos. "Muchas veces tuve que interrumpir mi trabajo porque alguien hacía un escándalo para conseguir una receta de hidroxicloroquina", recuerda el virólogo Joao Guilherme Assy.

El medicamento contra la malaria que contiene la sustancia hidroxicloroquina es recomendado por el Ministerio de Salud de Brasil para el tratamiento de COVID-19. Fue parte de una de las series de investigaciones de la OMS con más de 3.500 pacientes en 35 países. A finales de mayo, los test se cancelaron por precaución. El 4 de junio, la OMS anunció que los retomaría.

Los ancianos se mueren por COVID-19 en la Amazonía brasileña, y las ayudas de emergencia no llegan.Imagen: picture-alliance/AP Photo/E. Peres

Los más ancianos se están muriendo

El virus penetra, entretanto, cada vez más en las profundidades del Amazonas, llegando a territorios que están a merced de la pandemia. Entre ellos, a la reserva de Tapajós-Arapiuns. En esa reserva viven 23.000 indígenas. "El gobierno nos hace difícil solicitar ayuda de emergencia", dice Auricelia Arapium, portavoz de la asociación de habitantes de la reserva. "Aquí no hay Internet para poder enviar documentos, y tampoco hay ningún tipo de apoyo especial para los indígenas, cuyo sistema inmunitario es especialmente vulnerable al coronavirus".

Auricelia, que habita a orillas del río, está desesperada: "Hay mucha gente enferma. Vemos cómo mueren nuestros viejos. Necesitamos ayuda", exige.

(cp/vt)

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