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Venezuela: Biodiversidad en peligro

16 de mayo de 2019

Es la cara menos visible, pero igualmente grave, de una crisis que está pasando la cuenta al patrimonio natural de Venezuela. Expertos temen un ecocidio generalizado.

Biodiversität in Venezuela
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha

Especies vulnerables seriamente amenazadas, caza ilegal, destrucción de hábitats, sobreexplotación de recursos, deforestación, contaminación, ausencia de fiscalización en áreas naturales y falta de fondos para investigación científica son algunos de los problemas que amenazan al medio ambiente en Venezuela.

Investigadores consultados por DW coinciden: la crisis económica, social y política está afectando seriamente la riqueza natural de uno de los países más biodiversos. Sus efectos se dan a distintos niveles. "Universidades y centros de investigación han reducido o incluso eliminado su presupuesto para proyectos de investigación. Muchísima gente ha migrado producto de la crisis. Los que quedamos tenemos pocos recursos para trabajar en terreno”, dice la bióloga Yurasi Briceño, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC.

La amplia biodiversidad de Venezuela está amenazada por la presión sobre los recursos naturales, con el aumento de la cacería, la pesca y la destrucción de hábitats.Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha

El biólogo Antonio Machado-Allison, miembro de la Academia de Ciencias, indica que "desde el inicio de la gestión de este régimen se ha realizado un continuo desmantelamiento de las instituciones encargadas de los planes rectores, monitoreo, resguardo y desarrollo de la investigación académica sobre los recursos naturales”.

El experto lamenta el descuido de las áreas naturales protegidas, debido al fomento de actividades productivas: "Esto ha causado la eliminación o fragmentación de hábitats y deterioro de ecosistemas frágiles como los morichales, con el resultado de la pérdida de numerosas especies”.

Actualmente, muchos de los datos disponibles sobre fauna y flora son deficientes o poco actualizados. "No sabemos en qué estado están sitios como la gran sabana y todas las zonas de tepuyes, que eran turísticas” y son reductos de biodiversidad, dice Fernando Trujillo, director científico de Fundación Omacha, de Colombia.

Caza y consumo de delfines y manatíes

Yurasi Briceño estudia uno de los delfines más pequeños del mundo, la tonina costera, en el lago Maracaibo. Allí ha visto cómo la pobreza y el hambre han motivado incluso la caza de delfines, algo no habitual en Venezuela y prohibido por ley desde hace más de cuarenta años: "Desde 2017 el sueldo mínimo ya no alcanzaba y había poco acceso a proteínas. Las personas se volcaron hacia especies de la fauna silvestre y empezamos a ver índices más altos de cacería”.

Incluso han aparecido grupos delictivos dedicados específicamente a cazar estos mamíferos. "Por cada uno sacan en promedio entre siete a ocho kilos de músculo, que terminan comiendo y les resulta básicamente gratuito”, relata Briceño. 

La caza del manatí, que ya ocurría previamente, ha tenido un incremento en la zona. "Pasamos de tener reportes eventuales de uno a dos manatíes cazados a tener tres mensuales. En cuanto a delfines, antes teníamos captura incidental en redes de pesca de uno a dos, y ahora tenemos cuatro a cinco mensuales. Incluso nos informaron que extraían semanalmente tres a cuatro. Es sumamente grave, pues desestabiliza rápidamente cualquier población”, alerta la bióloga.

"Quedan muy pocos manatíes. Han sido cazados durante mucho tiempo, caen accidentalmente en las redes de pesca, se ahogan y se los comen”, indica Trujillo.

El personal de las reservas naturales ha disminuido o no cuenta con medios para patrullaje, con lo que la prevención y fiscalización de estos delitos se hace imposible. Y no sólo están amenazados los mamíferos acuáticos, dice Briceño: "Se trata de aves, tiburones, tortugas, absolutamente con todas las especies hemos tenido mayores índices de captura y cacería que antes”. 

Reportes de prensa denuncian incluso robo de animales de zoológicos para comerlos o venderlos. También mayor caza de especies silvestres, como aves, que son vendidas como mascotas.

Los delfines, como la tonina costera, son cazados para consumo humano y para ser usados como carnada de pesca.Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha

"Ecocidio generalizado”

En el río Orinoco, en tanto, dos especies de delfines son cazadas por otro motivo: son la carnada para atrapar a un pez carroñero apetecido en Colombia. "Desde 1990 hasta 2008 se estima que fueron capturados cerca de 800 delfines sólo para este fin”, relata Briceño.

En 2017, Colombia prohibió el consumo de este pez por la cantidad de metales que contenía, pero en Venezuela se sigue pescando para vender ilegalmente hacia Colombia. "Y siguen capturando delfines y caimanes para ello”, lamenta la bióloga.

"Esto ha afectado las reservas pesqueras y en las zonas de frontera detectamos más mortalidad de delfines debido a la gran cantidad de mallas en las que se enredan y ahogan. También hay conflictos por venezolanos que entran a Colombia a cazar y a pescar”, dice Trujillo.

Paralelamente, ha aumentado la piratería y "por temor a ser robados e incluso muertos, los pescadores ya no pasan la noche en alta mar ni se alejan mucho de la costa, lo que genera mucha presión sobre un solo punto. También hacer investigación en estas condiciones se ha vuelto riesgoso”, señala Briceño.

La minería es otro foco de preocupación, como ocurre en el Arco Minero del Orinoco, zona de petróleo, diamantes, coltán y oro, entre otros. "Alrededor de Ciudad Bolívar, donde se extrae bauxita, uno navega y ve polvo por todas partes. Es una zona completamente sobreexplotada y no hay control de descarga de desechos de la minería a las aguas”, alerta Trujillo.

"Hace algunos años un estudio mostró elevadas concentraciones de mercurio en los peces. Sospechamos que en este momento en algunas zonas del Orinoco venezolano los stocks pesqueros y la gente podrían tener concentraciones altísimas”, apunta.

A esto se suma el deterioro ambiental, deforestación de áreas naturales y protegidas, contaminación de los ríos, mayor producción de mosquitos y la consecuente epidemia de malaria, entre otros problemas que advierte Machado-Allison: "El desastre causado en los últimos años es de proporciones gigantescas y es un ejemplo de políticas dirigidas a un ecocidio generalizado en una de las zonas que debieran ser las más protegidas, dada su pristinidad pasada”.

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