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Venezuela: el riesgo de las “megaelecciones”

22 de febrero de 2018

Todo indica que la controvertida Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela anticipará los comicios legislativos para que coincidan con los presidenciales el próximo 22 de abril. Se teme por el Parlamento legítimo.

Venezuela Gebäude der Nationalversammlung in Caracas
Imagen: picture-alliance/dpa/A. Merker

Desde que el chavismo perdió la hegemonía en la Asamblea Nacional de Venezuela y ésta se convirtió en el único poder público autónomo del país caribeño (6.12.2015), el partido de Gobierno y las instituciones estatales bajo su control han restringido el margen de maniobra del órgano unicameral: intentaron instalar un Parlamento paralelo, designaron extemporáneamente a magistrados leales a la “Revolución Bolivariana” con miras a que el Tribunal Supremo refutara las decisiones de los legisladores y los despojara de sus facultades, e impugnaron a diputados por delitos electorales aún no comprobados para evitar que, durante el período 2016-2021, la oposición conservara la mayoría de dos tercios obtenida por voto popular.

Luego, siguiendo órdenes del Ejecutivo, el Consejo Nacional Electoral (CNE) dio pie a la creación de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en circunstancias reñidas con la Carta Magna (30.7.2017). Pese al escaso reconocimiento del que goza, esa instancia asumió las competencias del Parlamento, disolviéndolo de facto el 18 de agosto de 2017. Ahora, todo indica que la controvertida ANC anticipará los comicios legislativos –que deberían tener lugar en 2020– para que coincidan con los presidenciales el próximo 22 de abril. Luis Emilio Rondón, el único rector independiente del CNE, tacha esa moción de “inconstitucional”; pero esa es apenas una de muchas y, hasta este momento, ni las sanciones internacionales impiden que el oficialismo reincida.

Oposición debilitada

El hombre fuerte de Caracas, Nicolás Maduro, apoyó la idea de adelantar las elecciones legislativas –también a escala regional y municipal–, alegando que eso le permitiría al estamento chavista gobernar sin distracciones durante todo el quinquenio 2018-2022. “Está claro que el Gobierno ve probabilidades de cantar victoria porque la oposición está muy debilitada. A mis ojos, la suya es una jugada políticamente astuta; después de todo, en 2016, fueron sus propios adversarios quienes le exigieron reiteradamente que convocara a elecciones”, dice Stefen Peters, de la Universidad de Kassel, recordando el año en que el antichavismo tenía todas las de ganar en las urnas. Pero, ¿no es nocivo para el régimen triunfar en comicios opacos, preparados a toda prisa?

La Unión Europea, Canadá, Estados Unidos y catorce países vecinos advirtieron que no reconocerían los resultados de las elecciones presidenciales tal como están siendo organizadas. Cabe esperar que asuman la misma postura de cara a unas votaciones parlamentarias preparadas “atropelladamente”, como las describió el rector Rondón, del CNE. “Maduro y su entorno se han acostumbrado a las condenas provenientes del extranjero; creo que a ellos lo que les importa es lo que puedan pensar sus simpatizantes y los sectores de la población venezolana que, sin ser chavistas, no comulgan necesariamente con la oposición”, observa Peters.

Nicolás Maduro y, en su mano derecha, la Carta Magna venezolana.Imagen: picture-alliance/AP Photo/A. Cubillos

Resiliencia chavista

Javier Corrales, profesor de Ciencia Política en el Amherst College de Massachusetts, lo secunda. “A partir de 2016, el Gobierno venezolano ha dejado entrever que le importa poco la opinión pública global. Eso se debe a que esa opinión no ha afectado materialmente la operación diaria del régimen. Como muestra, el hecho de que no haya hecho concesión alguna ni dejado de exhibir su talante totalitario a pesar de la presión externa. Desde hace años, el objetivo de la política exterior de Venezuela parece ser minimizar los efectos negativos que podría tener una ruptura con sus vecinos. Hacia 2008 redujo su dependencia de Colombia y sobrevivió; también ha reducido parcialmente su dependencia de Estados Unidos. No obstante, dudo que Venezuela pueda llegar a tener la autonomía de Cuba durante la Guerra Fría”, explica Corrales. 

“La élite chavista está condenada a ejercer el poder precariamente; nunca va a estar a salvo por completo, como ha llegado a estarlo la cúpula castrista”, enfatiza el especialista de Massachusetts. En este instante, el viento da la impresión de soplar a favor del oficialismo. Citando sondeos recientes de la encuestadora Venebarómetro, el periodista venezolano Eugenio Martínez, experto en análisis electorales, comenta que el 81 por ciento de quienes se identifican con la “Revolución Bolivariana” están “muy seguros” de ir a votar el 22 de abril, mientras que apenas el 40 por ciento de los opositores y 26 por ciento de los independientes está dispuesto a ir a las urnas; los últimos desestiman que los comicios venideros vayan a ser limpios.

“El Gobierno venezolano, que no admite veedores internacionales desde las elecciones presidenciales de 2006, invitó a observadores de las Naciones Unidas para las elecciones del 22 de abril, pero la ONU, que no tiene mucha experiencia en estas lides, no puede armar una misión técnica de esa índole en un lapso tan corto; para empezar, porque ese proyecto tendría que ser aprobado por su Consejo de Seguridad y los tiempos de ese gremio no calzan con los de los comicios venezolanos. Y ningún otro organismo multilateral está en condiciones de enviar a una misión de veedores a Venezuela”, arguye Martínez en entrevista con DW, aclarando que el del acompañamiento internacional es sólo uno de los puntos débiles del proyecto electoral de Maduro.

Evan Romero-Castillo (ERS)


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