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Venezuela: esto es un crimen, no es ayuda humanitaria

22 de febrero de 2019

Es indignante y sumamente peligroso lo que sucede en las fronteras de Venezuela. La instrumentalización política de la ayuda humanitaria toma de rehén a todo un pueblo y es un crimen, opina Astrid Prange.

Migrantes venezolanos camino a la frontera con Colombia. (21.02.2019).
Migrantes venezolanos camino a la frontera con Colombia. (21.02.2019).Imagen: DW/Javier Argüedas

Para prevenir cualquier malentendido: la población de Venezuela necesita ayuda humanitaria. Cada vez más personas tienen que luchar para obtener lo esencial para la supervivencia, y el abastecimiento de alimentos y medicamentos en el país ha colapsado.

Por eso mismo resulta aún más demoledor ver que el autoproclamado presidente interino Juan Guaidó y sus seguidores utilizan la ayuda humanitaria como instrumento de poder. Mostrarse junto a paquetes con alimentos para bebés asegura a Guaidó imágenes impactantes en los medios, pero le otorga muy poca credibilidad política.

Ayuda humanitaria, caballo de batalla de ambos bandos

Aún menos creíble es el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. El sucesor del expresidente venezolano Hugo Chávez, fallecido en 2013, ha conducido al país sistemáticamente a la total ruina económica. Encarceló a opositores, despojó de poder al Parlamento, dominado desde 2015 por la oposición, y dejó a la población librada a su suerte.

Ahora, ambos bandos usan la ayuda humanitaria como caballo de batalla para distraer de los errores políticos. Las sanciones impuestas por EE. UU. desde 2015 contra el régimen de Maduro no llevaron al "éxito” buscado, es decir, al colapso del "socialismo del siglo XXI”. Únicamente aceleraron la caída de Venezuela y empujaron a Maduro cada vez más hacia los brazos de Moscú y de Pekín.

Maduro huye a los brazos de Moscú

Mientras Maduro todavía afirmaba, la semana pasada, que en Venezuela no hay hambre, ahora, antes del espectáculo en Cúcuta, anunció que está esperando la llegada de 300 toneladas de ayuda de Rusia.

Moscú es, en este momento, el aliado más importante de Venezuela. Ya bajo el gobierno de Hugo Chávez, el Kremlin suministró armas al Ejército venezolano. Además, Caracas le debe 12.000 millones de dólares a Rusia, ya que, como garantía de crédito, Venezuela empeñó la mitad de las acciones de sus gasolineras Citgo en EE. UU., que pertenecen a la petrolera estatal PDVSA.

De ese modo, Moscú tiene dos ases en la manga contra el presidente estadounidense, Donald Trump: a través de la red de gasolineras Citgo ejerce influencia en el abastecimiento de combustible en EE. UU. Y se estableció, gracias a su presencia en Venezuela, como un importante actor global en América Latina, junto a China y EE. UU.

EE. UU. vs. Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU

El ejemplo más reciente es el veto de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU, la semana pasada. La resolución propuesta por Washington pidiendo nuevas elecciones y ayuda humanitaria para Venezuela fue replicada por Moscú con un contraproyecto.

La situación de empate indica un retorno a la Guerra Fría. Y que esa situación amenace justamente a América Latina es realmente trágico. Aún más teniendo en cuenta que recién se había logrado superar la confrontación oficial entre EE. UU y Rusia en el subcontinente con la normalización de las relaciones entre Cuba y EE. UU., a fines de 2014.

Ayudar de verdad, no profundizando la grieta

Si el asunto central fuera verdaderamente la ayuda para la población venezolana, organizaciones de la ONU como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) podrían llevar comida al país, incluso a través de un mandato del Consejo de Seguridad, de ser necesario. Organizaciones humanitarias estadounidenses y rusas, así como voluntarios de todo el mundo, podrían entregar esa ayuda a la ONU en lugar de abrir más la grieta política en Venezuela.

Y lo más importante: el propio gobierno de Venezuela podría solicitar ayuda a la comunidad internacional. Los bienes humanitarios también podrían ser transportados, en caso de emergencia, a pie a través de otros puntos fronterizos, no solo de Cúcuta, y llevados por voluntarios al país, sin atraer la atención de los medios de comunicación.

La actual instrumentalización política de la ayuda es todo lo contrario de una acción humanitaria. Lo que hace es tomar de rehén a todo un pueblo y convierte a quienes prestan ayuda humanitaria en cómplices de una amarga lucha política por el poder. Es simplemente un crimen.

(cp/ers)

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