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Venezuela: “La mano de la dictadura no tiene límites”

José Gayarre
30 de agosto de 2017

Entre protestas, víctimas y reformas, la situación en Venezuela empeoró en los últimos meses, explica el opositor Ramón Muchacho, exalcalde condenado por permitir las manifestaciones y actualmente en el exilio.

Ramón Muchacho
Ramón MuchachoImagen: Ramón Muchacho

Ramón Muchacho es exalcalde del distrito Chacao, en el área metropolitana de Caracas. Fue condenado por el Tribunal Superior de Justicia por haber permitido manifestaciones de protesta en las calles de su distrito. Tras escapar del país habló con DW sobre la situación actual de Venezuela desde su exilio en EE.UU.. 

DW: Después de cuatro meses y más de cien muertos en el transcurso de las protestas, Nicolás Maduro sigue en el gobierno apoyado por el gran poder de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Usted salió del país tras ser condenado. ¿Nos podría describir cómo ve la situación actual en Venezuela?

Ramón Muchacho: Para resumir la situación de Venezuela en varios titulares, en primer lugar hay que destacar que no hay una democracia sino una dictadura. Esto debe ser dicho, porque todavía hay gente por ahí que lo discute. En segundo lugar, que ahora mismo no es posible una salida democrática a esa dictadura porque las vías democráticas ya están cerradas. En tercer lugar, tenemos que tener claro que los venezolanos no podemos recuperar la libertad por nuestra propia cuenta. Ya es imposible y necesitamos ayuda internacional que sea multilateral y, por lo menos, debería incluir a Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. 

Para situarnos en  ese contexto... ¿Qué ha cambiado exactamente desde que el régimen de Maduro instauró la Asamblea Nacional Constituyente?

Ramón Muchacho, exalcalde de Chacao (Venezuela).Imagen: Ramón Muchacho

Más que asamblea habría que llamarla fraude constituyente. Cuando se instauró marcó un punto de inflexión en la crisis venezolana. Si antes había posibilidad de salidas democráticas, con la Constituyente se terminaron las opciones. En ese sentido, las cosas cambiaron desde un punto de vista fáctico, con una asamblea ilegítima que gobierna y manda, constituida como un gran tribunal con comisiones de la verdad para enjuiciarnos, tal y como lo demuestran  las medidas tomadas contra la fiscal general. Desde el punto de vista perceptual, no solo los venezolanos sino también el mundo empezó a entender que en Venezuela hay una dictadura en manos de Maduro y su grupo de amigos, constituido en esa Asamblea Nacional Constituyente.

Más información:

-ONU: “Gobierno de Maduro usa represión sistemática como política de Estado”

-Venezuela: Constituyente inicia "juicio histórico" contra opositores

Con el poder mermado en las instituciones y el hecho de que haya menos protestas en la calle, ¿qué opciones le quedan a la oposición?

La respuesta es cruda, porque no hay opciones. En Venezuela sigue habiendo una gigantesca oposición y la mayoría quiere cambios para recuperar la democracia  y libertad. Pero, por ahora, ese cambio no es posible. En Venezuela seguirá habiendo lucha interna, resistencia y oposición, pero nada de eso traerá democracia y libertad por sí solo. Esos esfuerzos tendrán que estar acompañados por el apoyo internacional para dar resultados. En caso contrario, la oposición permanecerá indefinidamente siendo oposición y tratando infructuosamente de cambiar el gobierno y traer democracia y libertad.

Si no es en la calle, ni en los medios, ni en las instituciones, quedan las redes sociales como foro abierto. ¿Qué papel están jugando para la oposición?

Juegan un papel muy importante, pero hay que entender que solo generan efecto en cierto porcentaje de la población. Para acceder se necesita, como mínimo, una computadora o un teléfono inteligente. Ambas cosas son artículos de lujo en Venezuela, que no se pueden adquirir con sueldos de 20 dólares al mes. Solo la clase media tiene acceso a ese tipo de medios, pero es menos de la mitad del país. El resto solo se puede informar por radio o televisión, donde hay una censura muy fuerte por parte del gobierno.

Pero a pesar de tener un alcance limitado, sí que impactan en aquellos a los que llegan. Por eso la ANC anunció leyes para coartar la opinión en redes sociales, argumentando una guerra psicológica contra Venezuela o expresiones de odio, pero son solo excusas para cercenarlas.

En vista de los controles anunciados, ¿hasta dónde podría llegar esa regulación? ¿Podría llegar a un control total?

La mano de la dictadura no tiene límites. Los límites vendrán impuestos por la tecnología.

Entretanto, Estados Unidos impuso más sanciones financieras y Venezuela acusa a Trump de la falta de alimentos y medicinas…

Las sanciones son importantes, porque ni a Maduro ni ningún otro gobernante se le debería permitir convertirse en dictador, violar la constitución y actuar como si fuera normal. El mensaje es claro. Las sanciones ayudan a  incrementar la presión financiera sobre Maduro. Él seguirá a cargo mientras siga recibiendo financiación de tres fuentes: China, Rusia y Estados Unidos. Los dos primeros por razones políticas, pero en Estados Unidos son empresas privadas las que compran petróleo y empresas financieras  de Wall Street de las que, paradójicamente, este gobierno revolucionario se sirve para financiarse. Con estas sanciones se resolverá parte del problema, pero aún quedará el tema petrolero. Intervenir ese mercado podría suponer costes para Estados Unidos, aunque es posible que comience con acciones dentro de poco.

La prensa habló también de que hubo movilización de fuerzas militares en Venezuela. ¿Cómo deberíamos entender la evolución del conflicto?

Sobre una acción militar, no la veo a corto plazo, pero tampoco la descartaría. No porque lo haya dicho Trump, sino porque puede terminar siendo inevitable. No solo por los venezolanos, sino por razones de interés y seguridad de Estados Unidos. 

Ejercicios militares con civiles en Caracas. Imagen: picture-alliance/abaca/C. Becerra

Otra cosa a tener en cuenta es que la región no estaría preparada para acoger un millón de refugiados venezolanos. En los años 70 y 80, el país recibió un millón de colombianos, pero era una Venezuela boyante, fuerte,  petrolera… Salvo dificultades puntuales, pudo absorberlos. Hoy Colombia no podría aguantar a un millón de venezolanos. Incluso sufrirá para reabsorber a los colombianos que vuelven desde Venezuela.

Ahora todo el mundo está mirando a Venezuela… ¿Cómo ve la reacción de otros líderes internacionales ante esta crisis venezolana? ¿Echa en falta más apoyos?

Sí, porque necesitamos apoyo contundente de todos los países. Tal y como Estados Unidos impuso sanciones, me gustaría ver que Europa y América Latina también secunden esas acciones. Si Goldman-Sachs ya no puede hacer negocios allí, tampoco deberían poder hacerlo el resto de entes financieros. Me gustaría ver eso, pero sobre todo aspiro al apoyo más importante que necesitamos, que es el de Rusia y China. Ni siquiera aspiro a que nos apoyen para recuperar la democracia, sino que bastaría con que dejasen de ayudar al régimen de Maduro, que dejen de darle oxígeno financiero.

Para terminar, ¿cómo ve su situación personal después de haber tenido que salir de Venezuela?

Desde el punto de vista personal, la situación es muy dura. Nos han quitado todo a mí y a mi familia, mi trabajo, mi vocación, la alcaldía, nuestra historia, nuestro país…. Por otra parte, tengo que entenderlo como una dinámica necesaria para hacer frente a una dictadura. Es muy duro, pero me consuela saber que estoy en libertad y puedo luchar por la democracia en Venezuela desde aquí. Allí no podría luchar, porque la cárcel no solo implica el encierro, sino también aislamiento. Últimamente he estado viajando y me he reunido con los presidentes de Chile, Perú, el vicepresidente de Estados Unidos…  Desde aquí puedo hacer mucho más para llevar el mensaje y fomentar la discusión y la reflexión sobre lo que pasa en Venezuela. Eso me consuela, porque pese a que está siendo muy duro para mí y para mi familia, hay miles de venezolanos que lo están pasando mucho peor.

Autor: José Gayarre (VT)

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