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Venezuela, urgida de mediación

2 de agosto de 2017

La crisis venezolana puso a prueba la facultad mediadora de las organizaciones multilaterales de América y ninguna de ellas quedó bien parada. ¿Pueden China o Rusia ofrecer sus buenos oficios sin conflictos de interés?

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Imagen: picture-alliance/Charles Bowman/Robert Harding

La severa crisis de gobernabilidad en que está sumida Venezuela desde que el "hombre fuerte" de Caracas, Nicolás Maduro, se negó a reconocer la autoridad de la mayoría opositora en el Parlamento en diciembre de 2015, ha puesto a prueba la facultad mediadora de las organizaciones multilaterales de América. Y ni el MERCOSUR, ni la UNASUR, ni la CELAC ni ninguna otra de ellas ha estado a la altura del desafío.

Pese a la diligencia con que la secretaría general de la OEA denunció el talante tiránico de Maduro, los miembrosde ese foro no lograron ponerse de acuerdo para evitar que el chavista desmantelara lo poco que quedaba de la institucionalidad democrática en Venezuela: Maduro convocó a la elección de una Asamblea Nacional Constituyente (30.7.2017) bajo condiciones reñidas con la Carta Magna.

Todos miran a Estados Unidos y a Cuba

Con los legisladores legítimos neutralizados de facto, las fuerzas de seguridad acumulando violaciones de derechos humanos en sus historiales y un desabastecimiento de alimentos y medicinas sin atender, ahora se espera que lo que no lograron los grupos de países antes de este 30 de julio lo consigan países individualmente mediante presiones o buenos oficios bilaterales. Todos miran a Estados Unidos y a Cuba. Pero, ¿qué hay de China y Rusia?

Günther Maihold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), de Berlín, comenta que cualquier estrategia con aspiraciones de éxito debe involucrar "de una u otra manera" a Washington y a La Habana. "Las mediaciones intentadas hasta ahora fracasaron precisamente por no haberlo hecho", señala el especialista. De Pekín y Moscú, Maihold no espera mucho.

"Al orquestar las mediaciones es necesario considerar las relaciones materiales y los intereses presentes en Venezuela. Y en ese sentido, yo no veo que China y Rusia –más allá de querer explotar las reservas petroleras venezolanas o sacarle provecho a CITGO, la filial de Petróleos de Venezuela (PDVSA) en Estados Unidos– puedan jugar un rol significante", agrega el experto.

"China no se considera un actor político activo; pero, si tuviera que comportarse como tal, creo que preferiría hacerlo estabilizando económicamente al Gobierno de Maduro que de otra manera. Aun cuando China tiene que darle prórrogas para que pague sus deudas, ella ve en Maduro a un socio confiable y en sus opositores, una incógnita", opina Wolfgang Muno, de la Universidad de Maguncia.

"China y Rusia son un respaldo para Venezuela a la hora de las estrecheces económicas, pero no son actores políticos activos. Estados Unidos y Cuba sí lo son", coincide Maihold. Víctor Mijares, profesor de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, dice comprender por qué el potencial de Pekín y Moscú como instancias políticamente influyentes suele ser descartado.

Maduro (der.) y el presidente de China, Xi Jinping. (20.7.2014)Imagen: Reuters

Venezuela y el Banco de Desarrollo de China

"Geográficamente hablando, están demasiado lejos de Caracas y, en términos político-ideológicos, están demasiado cerca como para que su interés en el restablecimiento del Estado de derecho y de la paz social en Venezuela sea considerado genuino; se presume que Beijing y Moscú se solidarizarían automáticamente con la élite chavista. Pero, a mis ojos, eso no les resta peso como actores políticos", argumenta Mijares.

"China es el principal acreedor de Venezuela –la deuda de Caracas con Beijing ya debe haber superado los 60.000 millones de dólares, a estas alturas–, Rusia es su principal proveedor de armamento y desde que el chavismo llegó al poder, en 1999, Venezuela se ha alejado políticamente de Washington para acercarse a Beijing y a Moscú como ningún otro país latinoamericano", explica el docente desde Colombia.

"Esa aproximación se refleja en el patrón de voto de Venezuela en el Consejo de Seguridad de la ONU", acota Mijares en entrevista con DW. En su artículo La estrategia de Venezuela para su política exterior de cara a Estados Unidos, China y Rusia, que está por publicarse en la revista académica Latin America Policy, el catedrático afirma que el nexo de Caracas con Moscú es el contrapeso de su nexo con Pekín.

"Venezuela ya está más cerca de Rusia que de China. Caracas gravita hacia Moscú, con quien tiene menos compromisos económicos que con Beijing, para mantener a raya la influencia de China. Y, de hecho, hasta donde yo sé, los chinos todavía no se han pronunciado sobre la Asamblea Nacional Constituyente de Maduro, mientras que los rusos no tardaron en felicitarlo por el presunto éxito de esa elección", subraya Mijares.

"Los chinos han mostrado preocupación por la situación venezolana, pero muy tímidamente; ellos son muy cautelosos a la hora de opinar sobre la materia. Al mismo tiempo, sin llegar a negarle créditos por completo a Maduro, los chinos están espaciando los préstamos y reduciendo los montos. Además, China ha interrumpido sus inversiones en el ámbito petrolero venezolano", apunta el profesor de la Javeriana.

Maduro (izq.) y el presidente de Rusia, Vladímir Putin. (15.1.2015)Imagen: Reuters/P. Golovkin

Caracas, Moscú y el interés en las empresas mixtas

"Juntas, la petrolera estatal rusa, Rosneft, y la venezolana, PDVSA, extraen más barriles de petróleo de la Faja del Orinoco que las compañías chinas en la zona. Venezuela tiene interés en crear una empresa mixta con Rusia para que Rosneft pueda inyectarle capital a PDVSA; fue la prisa de Maduro en aprobar este proyecto lo que dio pie a la más reciente crisis institucional en Venezuela", recuerda Mijares.

Rosneft tiene la mirada puesta en el Arco Minero del Orinoco, un territorio más grande que Cuba que se extiende desde la Guayana Esequiba hasta la confluencia de los de los estados sureños Amazonas, Apure y Bolívar. Y el Gobierno de Maduro espera que la extracción de minerales en esa región estimule la deprimida economía nacional.

"El interés del actual Gobierno venezolano en crear empresas mixtas –nacionales y extranjeras– para que inviertan en la explotación de la riqueza del subsuelo venezolano fue un factor decisivo para que Maduro propusiera la elección de una Asamblea Nacional Constituyente", alega Alejandro Márquez Velázquez, de la Universidad Libre de Berlín, secundando a Mijares.

"La Constitución de 1999 establece que el Parlamento debe aprobar el otorgamiento de concesiones para la explotación de los recursos naturales en territorio venezolano. Siguiendo órdenes de Maduro, el Tribunal Supremo de Justicia intentó despojar al Parlamento de esa facultad a finales de marzo de 2017 y arrogársela para facilitar la creación de las empresas mixtas", sigue Márquez Velázquez.

"Como esa infracción no pasó inadvertida, Maduro tuvo que tomar otro camino: ese camino fue llamar a la elección de una Asamblea Nacional Constituyente para poder reformar los artículos de la Carta Magna que le permitan prescindir de la autorización del Parlamento a la hora de firmar convenios con empresas transnacionales para la explotación del Arco Minero", dice el investigador de Berlín.

Venezuela está urgida de mediación, pero ninguna de las instancias con facultad para ofrecer sus buenos oficios parece estar libre de conflictos de interés.

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