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Victoria parcial para el pueblo argelino

Rainer Sollich
3 de abril de 2019

Con la dimisión del longevo presidente Abdelaziz Bouteflika, los manifestantes de Argelia obtuvieron un éxito rotundo; pero el anhelado cambio político en el Estado magrebí no está asegurado, comenta Rainer Sollich.

Algerien, Algier:  Algerisches Militär fordert Absetzung von Präsident Bouteflika
Imagen: picture alliance/dpa

Los argelinos protestaron contra la continuación del Gobierno de Abdelaziz Bouteflika durante semanas. Ahora todo apunta a que consiguieron lo que querían: el presidente de 82 años dimitió este martes (2.4.2019). Bajo la enorme presión popular, él ya se había visto obligado a asegurar que no participaría en las elecciones siguientes. Durante veinte años, el país magrebí fue regido por este veterano de la guerra de independencia que, al final, se veía muy enfermo e incapaz de tomar decisiones por su cuenta.

Una cultura de la protesta ejemplar

Su renuncia es un éxito notable de la multitud que desde hace semanas salió a las calles para manifestarse contra la "marioneta” de Bouteflika y el sistema que movía los hilos tras bastidores. Los argelinos demostraron de manera espectacular que una cultura de la protesta civil disciplinada y pacífica puede dar pie a cambios positivos aún en Estados gobernados autoritariamente, siempre y cuando el poder del Estado no sea utilizado para reprimir a los manifestantes. Ojalá que la situación se mantenga así en los días y las semanas venideras.

Rainer Sollich, comentarista de DW.

El catalizador decisivo de la retirada de Bouteflika fueron los militares. El jefe del Ejército, Ahmed Gaid Salah, le exigió a Bouteflika la renuncia inmediata y éste reaccionó rápidamente. Eso deja entrever quién toma las decisiones en Argelia en este momento. El general Salah hizo suyas de manera llamativa las demandas de la población y de cada vez más partidos políticos y organizaciones no gubernamentales, a pesar de que los militares –junto a influyentes hombres de negocio y otros allegados de Bouteflika– siempre fueron parte del aparato de poder. Ahora, las Fuerzas Armadas conservan su posición, pero el resto del entorno de Bouteflika, señalado de corrupción, da la impresión de haber sido derrocado. Los militares parecen ser la fuerza detrás de esa moción: los generales se presentan como abogados del pueblo y se aseguran de esa manera la plenitud de poderes de cara al futuro.

¿Un "golpe suave”?

Pero, ¿qué quieren las Fuerzas Armadas? ¿Quieren secuestrar el levantamiento popular mediante un "golpe suave”, para luego asfixiarlo? ¿O son los militares el único factor capaz de imponer un modelo de sociedad realmente democrático y transparente en Argelia, dadas las circunstancias? Ambas posibilidades son discutidas entre los opositores del statu quo y los manifestantes. Está por verse qué conclusión saldrá de ese debate. Por ahora, los militares han ganado puntos políticos a los ojos de muchos argelinos.

Cabe tener en cuenta, eso sí, que en ningún artículo de la Constitución está contemplado que las Fuerzas Armadas obliguen al presidente a dimitir. Por eso, la renuncia de Bouteflika sólo puede ser descrita como una victoria parcial del pueblo argelino: los manifestantes obligaron a los uniformados a cambiarse de bando, pero no obtuvieron el anhelado cambio político. Es fundamento de las democracias que los militares sean controlados por políticos civiles y no al revés.

Por otra parte, los militares argelinos no se encuentran en una posición cómoda. Ellos podrían perder la simpatía que acaban de ganarse si se apegan a la Constitución para determinar quién sucederá temporalmente a Bouteflika: la Carta Magna de ese país establece que, hasta la celebración de nuevas elecciones, en el curso de los siguientes noventa días, el presidente de la Cámara Alta del Parlamento debe asumir las riendas del Estado. Eso llevaría al poder a Abdelkader Bensaleh, un político cercano a Bouteflika desde hace mucho tiempo, que es tan impopular como el hombre que acaba de dimitir.

(erc/er)

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