Visita en Guatánamo
5 de enero de 2006Vuelo 505, Paradise Island, anuncia la pantalla en el aeropuerto de Fort Lauderdale, La Florida. Una línea más abajo aparece el vuelo 510 de la aerolínea Lynx con destino Guantánamo. Salida: 3.00 a.m. Desde Fort Lauderdale se vuela en pocas horas al Caribe. Destinos de vacaciones de ensueño… o de pesadilla como Guantánamo. Un campo de concentración, de nuestros días rodeado de alambre de púa. Un "Archipiélago Gulag", dice Amnistía Internacional o "el mejor instrumento de reclutamiento para Al Qaída", como afirma New York Times.
Sorprendentemente, las autoridades militares aceptaron recibirnos por tres días y autorizaron grabaciones, no sin condiciones: imágenes que atenten contra la "seguridad" serían censadas. Una escolta militar me espera a la llegada. Desde ese momento me encuentro bajo la observación de la Oficina de Relaciones Públicas hasta cuando vuelvo a despegar de la misma pista.
Un pueblito estadounidense en suelo cubano
Me alojo en una casa que da a una calle que no se diferencia en nada a alguna vía en Estados Unidos. Por fuera de la prisión uno parece estar en un pueblo estadounidense cualquiera. Es difícil sintonizar una emisora cubana. A cambio de ello hay 45 programas de televisión por cable.
Pero antes de traspasar los portones de la cárcel me presentan "datos y hechos": el 16% de los prisioneros tienen un gran valor para los servicios de seguridad y están recluidos en un patio de alta seguridad. El 6 u 8% son tratados por enfermedades mentales. Algunos construyen armas y hasta horcas de restos de empaques de alimentos.
La omnipresente oficina de seguridad
Pero hay otras curiosidades: entre los prisioneros hay chinos de los que las autoridades estadounidenses han querido librarse. Sólo que no saben cómo. Son hombres de la etnia de los uiguros, una minoría islámica del noroeste de la China que comercia en la frontera con Pakistán. En plena guerra contra el terrorismo los chinos cayeron en las redes estadounidense, pero una vez enviados a Guantánamo se estableció que estos chinos no representan ningún peligro para Estados Unidos.
Sólo que hay dificultad inesperada. Los chinos presos no pueden ser deportados a China porque Pekín los teme como separatistas uiguros. Un punto en contra de estas víctimas: "China haría de ellos un dispensador de órganos", susurra uno de mis acompañantes. Así que los chinos siguen en Guantánamo.
Mi recorrido incluye una charla con vigilantes en el "Club Survivor", el café (para no fumadores!) de "sobrevivientes" contiguo a la cárcel. Los soldados vigías son víctimas de ataques con cocktails de orina y excrementos de los prisioneros. ¿Y de la tortura qué? - Nada! Eso es parte de los trucos de la Guía de Manchester, afirman las autoridades. En Manchester la policía habría encontrado instrucciones de Al Quaída en caso de caer en manos de las autoridades. Allí se recomendaría elevar acusaciones de tortura contra el personal de seguridad.
Los soldados y los medios
Dos veces puedo entrar al pasillo de seguridad del Campo Delta, como se llama la cárcel en la Bahía de Guantánamo. La prisión se compone de 5 campos separados; a 3 de ellos tuve acceso. En la construcción de cemento y acero están los presos de "alta peligrosidad". Los dos campos abiertos son para los prisioneros ""cooperadores". Y hay otros dos reservados para los reos que enfadan a los vigilantes. Miro a los ojos a algunos de ellos y algunos evaden la cámara, otros me ignoran, pero unos me observan fijamente mudos y sin gesticular.
¿Por qué intentan los medios manipular la imagen de Guatánamo? Cuestionan unos soldados. ¿Por qué siempre muestran el campo "X Ray" en donde las condiciones de reclusión eran catastróficas? Un campo que por lo demás, ya fue clausurado. Un soldado estadounidense me cuenta que a menudo tiene que convencer a su hija que vive en Alemania de que "en Guatánamo no se tortura".
La farsa de la legalidad
Regreso al Campo Delta. Allí puedo presenciar el interrogatorio a un talibán. El funcionario del Pentágono me informa sobre los puntos de la acusación: el preso es ex ministro del Comercio del régimen talibán en Afganistán y habría participado en el asesinato de un trabajador ecuatoriano de la Cruz Roja. Se me asigna una silla en el cuarto del interrogatorio y tengo que firmar que observaré las normas: no puedo cruzar las piernas porque esto es tenido por una afrenta entre islamistas. El seudoproceso decide, sin claros criterios, si el recluso será liberado o no. Un abogado de la defensa no existe y la mayor parte de las acusaciones permanecen secretas.
Poco antes de abandonar el Campo Delta hago algunas tomas: varias ambulancias salen y entran. De regreso en Washington, el Pentagón revela que el número de prisioneros en huelga de hambre ha ascendido a 84.