Voces europeas claman por reforma migratoria
5 de octubre de 2013 A estas alturas son ampliamente conocidas las razones que pueden llevar a una persona a dejar atrás los parientes, los amigos y todo lo que le resulta familiar para emigrar sin pasaporte ni visa a un país más prometedor, en el propio continente o en otro. Lo que muchos siguen sin conocer son los peligros que corren estos viajeros por atreverse a cruzar fronteras ilegalmente en búsqueda de una vida menos inhóspita. El naufragio del 3 de octubre cerca de la isla italiana de Lampedusa atizó de nuevo el debate en torno a este tema.
Se estima que trescientas personas se ahogaron intentando nadar hasta la orilla y que otro centenar está desaparecido. Y el mar fue sólo uno de los peligros que sortearon en su odisea. De ahí que esta tragedia sea descrita como punto álgido de la crisis migratoria que enfrentan tanto los países de África y el Cercano Oriente –punto de partida de aventureros y desesperados– como los sureuropeos, cuyas costas mediterráneas son tan extensas que les resulta prácticamente imposible detener el flujo de refugiados hacia el territorio comunitario.
La migración, asunto de vida o muerte
El sacerdote católico Abba Musse, de Eritrea, dirige una organización en Roma que ofrece ayuda a los inmigrantes que sobreviven la trayectoria desde sus países de origen hasta Italia. Algunos de los que llegaron con aliento a Lampedusa son compatriotas suyos; los otros son de Somalia. Los eritreos huyeron de la brutal dictadura de Issaías Afewerki y los somalíes, de la sequía y del terror que sigue imperando tras años de guerra civil; pero todos pasaron por un segundo infierno: Libia, puerta de África hacia el Mediterráneo.
Algunos migrantes fueron discriminados por su piel oscura, Musse cuenta que otros fueron perseguidos por ser cristianos y, según Michael Hippler, de la organización humanitaria alemana Misereor, muchos refugiados fueron explotados por los libios al no poder ocultar su indigencia. Desde Europa se propone partir del origen y evitar que el flujo migratorio surja, contribuyendo a mejorar las condiciones de vida en los países más pobres. Pero Hippler duda que esa estrategia sea aplicable en Estados como Eritrea o Somalia.
Abrir la puerta para frenar el tráfico de personas
Hippler sostiene que esos Estados no están en capacidad de sacar provecho a los programas de cooperación para el desarrollo y que Europa prefiere invertir recursos en Etiopía o Kenia, en donde encuentra socios más confiables. El representante de Misereor opina que la ayuda que no se puede llevar a países como Eritrea o Somalia debería ofrecerse en la Unión Europea. “Alemania y Europa deben concebir nuevas leyes para normar los procesos migratorios”, comenta Hippler y pide considerar otra forma de transferencia económica.
“Las remesas que los somalíes de Canadá, Estados Unidos y Europa envían a su tierra natal constituyen el más grande ingreso económico de ese país africano”, explica Hippler, insistiendo en que los africanos que se integren al mercado laboral alemán también podrían ayudar a sus parientes y, en consecuencia, a la economía de su país. Por su parte, Cecilia Malmström, Comisionada de Asuntos Internos en la Comisión Europea, pidió este jueves (03.10.2013) que se endureciera la lucha contra los traficantes de personas que se aprovechan de la necesidad de los migrantes.
A juicio de Musse, las severas políticas de inmigración vigentes en Europa hacen que el tráfico de personas sea cada vez más rentable para los criminales y cada vez más costoso para los refugiados. El sacerdote eritreo señala que, en lugar de pretender blindar las fronteras de la Unión Europea, sus países miembros deberían abrirle sus puertas a quienes solicitan asilo para que puedan entrar legalmente a sus territorios. “Cuando Europa cierra sus puertas, los traficantes de personas abren una ventana para los refugiados”, acota Musse.
Autor: Philipp Sandner (ERC)
Editora: Diego Zúñiga