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Volar sin contaminar el cielo

Luna Bolívar Manaut6 de marzo de 2007

¿Son turismo y ecología dos términos compatibles? Inmersos en el debate sobre el cambio climático, la Unión Europea quiere obligar a las aerolíneas a que reduzcan la contaminación que emiten a la atmósfera.

Cielo claro: ¿cielo sin humos?Imagen: BilderBox
Vacaciones sí, pero sin ensuciar el cielo.Imagen: AP

Las vacaciones han pasado a formar parte de esos lujos imprescindibles de la vida moderna. Viajar a otros países, conocer gente, salir de la rutina, relajarse y disfrutar. El turismo es un negocio que mueve millones y sustenta más de una economía. Pero el turismo, al mismo tiempo, va acompañado de enormes perjuicios para el medio ambiente y si se habla de recortes en las emisiones contaminantes nadie puede obviar ya a los hasta ahora protegidos aviones. La industria de los viajes se plantea ahora cómo salir de la encrucijada sin perder clientes.

La aviación también juega

En los últimos 15 años, los gases nocivos con que los aviones ensucian nuestro cielo han aumentado, sólo en la zona sobre Europa, en un 89%. El transporte aéreo es uno de los máximos responsables de la escalada de emisiones contaminantes con que los humanos contribuimos a la aceleración del cambio climático.

Hasta ahora, la política y la sociedad se han cebado con la industria automovilística, porque sus humos negros se ven mucho más que los que se liberan sobre las nubes. Protegidos por el olvido, y por la amenaza de una subida en los precios de los billetes, los aviones han podido seguir contaminando. Pero eso se acabó, dice la Unión Europea, que quiere poner en marcha un drástico plan de recortes en las emisiones en el que, por esta vez, se incluye a los pájaros de hierro.

Emitir o no emitir

El problema reside ahora en qué medidas se han de aplicar, cómo deben ser aplicadas y quién tiene que comprometerse con ellas. Las aerolíneas europeas se niegan a ser las únicas perjudicadas, con la consiguiente pérdida de competitividad respecto a las restantes compañías, y piden que la presión se ejerza sobre todos por igual.

El pasajero no debe pagar más. Las compañías tienen que innovar.Imagen: AP

Existen propuestas de lógica aplastante con las que las mismas aerolíneas colaborarían de buen grado. Por ejemplo, un mejor cálculo de las rutas que permita ahorrar combustible y por ende reducir la contaminación. O disminuir el tiempo de espera en los aeropuertos, durante el cual los aviones mantienen sus motores encendidos y contaminan innecesariamente. Tampoco les parecería del todo desacertado que las tasas de los aeropuertos dependiera de la cantidad de gases perjudiciales que emiten los aviones, de manera que por lo menos todas las compañías, nacionales o extranjeras, pagarían por igual.

Pero lo que quieren los políticos europeos es introducir a partir de 2011 a las aerolíneas en el mercado de "compra-venta" de emisiones. El sistema se utiliza ya para las industrias y consiste en otorgar a la empresa, sobre la base de unos parámetros establecidos, una cantidad de CO2 que está autorizada a emitir. Si contamina menos, puede vender a otras compañías las emisiones que le sobren. Si contamina más, ha de comprar las emisiones que le faltan.

El precio de las vacaciones

Lufthansa ofrece al pasajero pagar más por el medio ambiente.Imagen: AP

Cuando el debate sobre la contaminación producida por los aviones saltó a la palestra, los alemanes se manifestaron en diversas encuestas dispuestos a pagar más por sus billetes de avión si con ello contribuían a proteger el medio ambiente. Rápida como el viento, la compañía Lufthansa ofrece ya a los pasajeros que así lo deseen la posibilidad de pagar más por su viaje, destinando la aportación extra a subvencionar proyectos ecológicos.

También llegó a hacerse oír la propuesta de introducir un "impuesto ecológico" para los aviones, similar al impuesto que grava en Alemania la contaminación de los automóviles, pero ésta fue descartada porque se considera no pondría a las compañías aéreas en la obligación de innovar para contaminar menos, sino que se solucionaría rápidamente con una subida del precio de los pasajes.

Y es que no se trata de que el viajero pague más: y aquí la industria del turismo respira tranquila, sino de que los aviones ensucien menos.

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