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Wagner y gafas 3D: así es el festival de Bayreuth 2023

26 de julio de 2023

El "Parsifal" del Festival de Bayreuth combina la acción sobre el escenario con la realidad aumentada. Un experimento donde la magia de la música de Wagner se mantiene.

Imagen de un avatar producido con realidad aumentada sobre el escenario del Festival de Bayreuth 2023.
El Festival Bayreuth de 2023 ofrece gafas de realidad virtual como homenaje a su tradición de experimentar. Imagen: AR-Design Joshua Higgason (2023)

¿Se ha atrevido alguien a afirmar que el festival alemán más importante es también el más conservador? La renovación forma parte del alma de Bayreuth.

Del "gusano gigante" a gafas de realidad aumentada

Desde que el festival fuera inaugurado por el compositor Richard Wagner y tuviera lugar la representación de la primera ópera en 1876, Bayreuth ha apostado siempre por la experimentación, tanto artística como técnica. Así, en 1876, se encargó en Inglaterra nada más y nada menos que un "gusano gigante" -probablemente un maniquí que asemejaba ser de un dragón- para el estreno del "Anillo" en la Colina Verde. El cuerpo llegó a tiempo, pero la cabeza se quedó a mitad de camino.

Al final la cabeza sí llegó y todo salió según lo previsto. Sin embargo, la presencia escénica del gusano no dejó una huella duradera en aquella recepción de Wagner.

Para este año, aquel "gusano gigante" se llama "realidad aumentada" (AR). Se trata de una especie de gafas 3D, -realmente pesadas-, que permiten ver imágenes digitales y reales, producto del director estadounidense Jay Scheib.

En el país de las maravillas digitales

Estéticamente, el festival recuerda a los juegos de ordenador de la primera generación. En cuanto al contenido, la avalancha digital de imágenes sólo puede descifrarse tras una lectura minuciosa del folleto del programa o una conversación con el director.

Mientras que el revoloteo de los cisnes o las numerosas flores de fantasía en las escenas se explican hasta cierto punto por sí solas, otras imágenes (trenzas de espinas, calaveras, serpientes que se muerden la cola y más) proceden de la imaginería de Parsifal de Wagner, que era en sí misma una mezcla salvaje de símbolos cristianos, paganos, budistas y demás.

Crear algo nuevo versus adquirir algo nuevo

Mientras no le duela el puente de la nariz por las pesadas gafas, se podría considerar esta mejora visual como una oferta adicional a la obra de Wagner y rendir homenaje a la alegría de experimentar tanto del festival como del equipo de dirección, si no fuera por un enorme obstáculo: estas gafas no pueden ser adquiridas por todo el mundo, sino sólo por 330 de los 1940 espectadores del gran teatro de Bayreuth, cariñosamente apodado el "cobertizo de Wagner". De otro modo, todo el experimento habría resultado demasiado caro -según declara la dirección del festival.

Así que, los que no se encontraron entre los "pocos afortunados" y miraron al escenario con sus propias gafas llegaron a ver muy poco: Jay Scheib trabaja con imágenes reducidas y estáticas, algunas de las cuales recuerdan a la época original de Bayreuth. El colorido vestuario anima el conjunto, aunque no puede suplir la falta de tensión dramatúrgica. 

Uno recuerda al viejo Richard Wagner que, desesperado por algunos de los experimentos de dirección de su época, deseaba un "teatro invisible" por completo, probablemente una especie de "cine en la cabeza", como contrapartida a la "orquesta invisible". Esto tiene lugar en el legendario foso de la orquesta de Bayreuth, el "abismo místico" creado por Richard Wagner, que se extiende por debajo del escenario, invisible para el público.

Bayreuth ha apostado siempre por la experimentación, tanto artística como técnica.Imagen: Enrico Nawrath/Bayreuther Festspiele

La magia de la música se mantiene

Pero hay buenas noticias: la música de Wagner no ha perdido nada de su efecto embriagador. Los jóvenes wagnerianos alabaron la magnífica interpretación del director de orquesta español Pablo Heras-Casado, que debutó triunfalmente en Bayreuth, y que estuvo flanqueado por Andreas Schager, Georg Zeppenfeld y Elīna Garanča.

Con tanto capital, se puede recurrir con confianza a nuevos experimentos.

(aa/ers)

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