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José Ospina Valencia

Por primera vez, una mujer gana en Alemania el premio al "Mejor cabaretista del Año". Una proeza en la centenaria y rica historia del cabaret político alemán.

Hildegard Knef: cantante, satírica, actríz y diva.Imagen: AP

Lisa Politt, la ganadora del Premio "alemán de Cabaret" es una veterana de las tablas de lengua y humor alemanes. "Su independencia de toda afiliación política le ha permitido destacarse con humor intelectual y picante convirtiéndose en una de las voces más respetables del cabaret alemán", dijo su colega Urban Priol al entregarle el codiciado premio este fin de semana en el Burgtheater de Nuremberg. La propuesta de Lisa Politt de solución al desempleo masivo en Alemania es sencilla: "Un cruce genético de obrero y oso polar sería el empleado ideal del futuro. Cuando no hay trabajo se le envía, sencillamente, a invernar".

"Con humor contra el hedor"

En Alemania el cabaret político tiene una rica tradición de más de 100 años. Ya en 1901 el poeta Ernst von Wolzogen con su grupo "Überbrettl" dio el pistoletazo de partida a la historia del cabaret en Alemania y al lado cabaretístico de la historia alemana. Desde entonces, el cabaret alemán (casi) siempre ha sido crítico, satírico, suave, mordaz, picante, serio, peligroso y, sobre todo, divertido y de buen nivel.

Mientras los personajes de la vida política y la farándula suben y caen, el cabaret alemán se mantiene vivo, aún en los tiempos más amargos de la historia. Desde los intentos de censura del Kaiser, pasando por los dadaístas tomadores de pelo, "las pataletas" de la primera guerra mundial y los locos años 20 llenos de un humor sexual y celebraciones desbordantes. Las propuestas "indecentes" eran envueltas en una buena broma. Las intenciones empero, no era ningún chiste.

¡Quién ríe, vive más!

Pero el festín de los dorados años 20 fue interrumpido por las botas y bayonetas de los nazis. Y, como también en épocas de crisis hay que vivir del arte, los himnos, los panfletos y los sermones de los violentos se convirtieron en la comidilla de los burlones que con cada broma, por soslayada que fuera, arriesgaban "cabeza y pescuezo". No fueron pocos los críticos y demócratas alemanes y europeos que murieron en los campos de concentración. Y, poco se sabe, que en esas mismas "fábricas del terror" algunos corajudos organizaron "tropas de cabaretistas" y ofrecían funciones para matar el miedo con el mejor de los humores.

Imagen: AP

"¡Hurra, aún vivimos!"

Con este grito victorioso se reportaron los primeros cabaretistas supervivientes del holocausto. Alemania no sería tan liberal si no existiera la cultura del cabaret político. ¡De acuerdo! Esta es una visión aventurada. Pero la permanente crítica al establecimiento y a los poderosos siempre ha sido un correctivo más o menos efectivo. Y, si se hace con humor, mucho mejor.

Imagen: AP

Las luminarias del cabaret alemán son numerosas. Muchos y muchas se han movido entre la literatura, el teatro, la música, las variedades, la política y, desde luego, la vida del desprevenido hombre de la calle. El mencionar nombres como Joachim Ringel, Kurt Tucholsky, Otto Reutter, Friedrich Hollaender, Karl Valentin, Bertold Brecht, Lore Lorentz, Hanns Dieter Hüsch, Dieter Hildebrandt, Hildegard Knef y Ute Lemper equivale a recorrer el hall de la historia del cabaret alemán a 250 kilómetros por hora. Los grupos de cabaret más variados han sido, por su parte, la segunda familia de muchos artistas que han puesto a los alemanes a pensar, a valorar, a criticar y a reírse de sus propia historia y su sociedad. Kommödchen, Los isleños, La sociedad de las risas y Los ratones saltones son apenas algunos de los legendarios templos del mejor cabaret político alemán.

La plaga de los anglicismos

La competencia de la televisión es hoy más dura que antes y los anglicismos son el garrote devastador. Las comedias de situaciones se llaman ahora "sitcoms", la comedia misma se ha convertido en "comedy", el cómico en "comedian" y, algunos cabaretistas, se dejan llamar "stand up comedians".

Pero una cosa no ha cambiado en el supersticioso mundo de las tablas, los reflectores, los micrófonos y las bambalinas. Evitando nombrar los riesgos profesionales por su nombre, por temor a que el fracaso se haga realidad, la gente de teatro evoca aún al diablo, al "Teufel", para desearse suerte. Así que una despedida bien puede terminar con un "Toi, Toi, Toi".

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