María, de 22 años, participa en manifestaciones, pinta grafitis con lemas feministas y denuncia en las redes sociales el machismo y las amenazas de los hombres a las jóvenes de su país. Sus padres temen por su hija y tiene miedo a que se radicalice. La madre, Maira, es católica practicante, y el padre, Carlos, trabaja para el Estado. Entienden la rabia de María, pero temen por su vida. Porque cada día unas 10 mujeres son asesinadas en México. Por ser mujeres. Somkele, de 24 años, de Lagos, Nigeria, también quiere un cambio en su país. Lucha por la democratización, contra la corrupción y para que los jóvenes tengan más voz en la política y se impliquen políticamente. Pero la vieja élite se aferra al poder. Las protestas son reprimidas con violencia y numerosos manifestantes han muerto. Esta es otra de las razones por las que su madre, Ifeoma, está en contra del activismo de Somkele. La madre soltera de cuatro hijos quiere que su primogénito no pierda el tiempo con política, sino que gane dinero para la familia. Un conflicto generacional sobre política y transformación.